Juan Antonio Varese
En el Museo
El Museo Naval de Madrid, además de las salas de exposición que lo convierten en uno de los más importantes del mundo en su área, cuenta con un archivo de documentos y una biblioteca especializada con salas destinadas a la consulta y atención del público, en especial de investigadores que concurren en procura de información.
En agosto de 2015, a raíz de una visita al museo, tuve la oportunidad de consultar el archivo, para lo que llevaba una carta de presentación, con la finalidad de averiguar sobre la existencia de material histórico, geográfico e iconográfico sobre el Río de la Plata en general y de las costas de Maldonado y Rocha en particular.
Derrotero de AthanasioVaranda
En principio me presentaron un legajo – con la consideración de inédito – llamado «Derrotero del teniente de la Real Armada Athanasio Varanda”, tema que profundicé a mi regreso al Uruguay y que presenté en una conferencia en la Academia Uruguaya de Historia Marítima y Fluvial, la que fue publicada en el Ciclo de Conferencias correspondiente al año 2016 bajo el título «Libro de derrota y relación de la navegación de regreso del Río de la Plata, por el teniente de navío de la Real Armada Athanasio Varanda, llegado al Río de la Plata con motivo de realizar las mediciones correspondientes al Tratado de Madrid de 1750».
La conferencia refería la labor realizada por Varanda y sus compañeros a raíz del Tratado de Madrid de 1750, destinada a fijar los límites americanos entre las coronas de España y Portugal, la que tuvo directa incidencia en la actual frontera de la costa rochense.
El tratado no resultó satisfactorio para la corona española que, con tal de recuperar Colonia del Sacramento, optó por renunciar a inmensas extensiones territoriales anulando el tratado con el Tratado de El Pardo de 1762. Esto embarcó al reino de España en la fratricida Guerra Guaranítica, que supuso el aniquilamiento de uno de los mejores ensayos de la colonización en la América meridional, además de natural baluarte de las fronteras hispanas, las que se vieron invadidas por los portugueses ávidos de extender sus fronteras.
En visitas posteriores al Archivo del Museo Naval ubiqué una nueva carpeta, rigurosamente ordenada, que contenía el reconocimiento de las tierras y fronteras realizadas por nuevas partidas, en especial con motivo del Tratado de San Ildefonso de 1777, para las que resultó pieza clave la presencia del piloto Andrés de Oyarvide, teniente de la Real Armada.
Dentro de la misma carpeta coexisten apuntes, observaciones y bocetos del natural con motivo de reconocimientos geográficos en distintas fechas y diversas situaciones, entre ellas las expediciones por mar y tierra que llevó a cabo Oyarvide para completar la carta esférica del Río de la Plata, su obra magna, e incluso del recorrido de patrullas en busca de los lugares más adecuados para la instalación de vigías y guardias en previsión de ataques enemigos.
Biografía de Andrés de Oyarvide
Merece la pena trazar la biografía de este personaje tan vinculado a nuestra historia y que tanta influencia tuvo en la medición de los límites y fundamentalmente en la extraordinaria carta náutica que todavía es posible consultar.
Oyarvide nació en Guipúzcoa hacia principios de la década de 1750 y desde joven sintió la vocación y el llamado del mar. En 1771 obtuvo el grado de alférez de fragata.
Como primer destino americano formó parte, en 1772, de la expedición al mando de Luis de Córdova y Córdova como tercer oficial en el navío Santa Teresa de Jesús, comandado por Francisco Medina. Participó en la elaboración del derrotero desde Cádiz al puerto de Veracruz, ida y vuelta. Al año siguiente servía en misiones en el Mediterráneo.
Cinco años más tarde fue destinado para integrar la expedición que partiría hacia el Río de la Plata con motivo de la designación de Pedro de Cevallos como virrey. Su viaje fue a bordo de la fragata Santa Clara, la que tuvo la mala suerte de encallar en las proximidades del Banco Inglés, en julio de 1777, salvándose de milagro el joven alférez junto con unos pocos compañeros. A fines de 1783 fue designado para formar parte del segundo grupo de demarcadores, al mando del teniente de fragata Diego de Alvear y Ponce de León, secundado por el ingeniero y primer piloto José Cabrera, grupo que se ocuparía del reconocimiento de una vastísima zona desde Montevideo a lo largo de la costa, consumando las líneas fronterizas hasta el arroyo Chuy y luego internándose en territorio firme hasta el mismo río Pepirí Guazú en su confluencia con el Uruguay. El 21 de enero de 1784 la expedición partió rumbo a San Fernando de Maldonado, desde donde continuaron hasta la región de Santa Teresa. Realizaron su tarea con especial detenimiento en especial en la zona del Cabo Polonio y del cerro de la Buena Vista y continuaron a lo largo de la línea fronteriza rumbo al norte, realizando las tareas con gran detalle y precisión, pese al manifiesto desinterés de Portugal en el ordenamiento de las fronteras y al desánimo que había ganado Buenos Aires con el paso del tiempo. En 1791 Oyarvide se encontraba en plena selva sudamericana, donde estuvo hasta 1795 a las órdenes del comisionado Alvear, luego de una estancia de nueve meses en Buenos Aires.
En 1796 el virrey Pedro de Melo le ordenó el regreso a la capital virreinal, y de allí partió con órdenes de comenzar el relevamiento hidrográfico del río Uruguay. Recién en 1798, después de haberlo solicitado en reiteradas oportunidades, y encontrándose enfermo, pudo partir de regreso a Cádiz. Quiso el destino que arribara al puerto de El Ferrol, en Galicia, en vez de en Cádiz por cuanto el Mediterráneo se hallaba bloqueado por la flota inglesa.
Le fue conferido entonces un ascenso, aunque figura en la nómina de pilotos del Estado Mayor de Cádiz en los anuarios de la Real Armada de 1779 y 1780 con el grado de alférez de fragata.
Pero el destino lo dispuso nuevamente en el Río de la Plata, viajando de regreso en el año 1801 para continuar el reconocimiento del río Uruguay. En el año 1803, terminado el relevamiento, se le ordenó continuar con el del Río de la Plata, realizando misiones varias por mar y tierra, con miras a la confección de una carta esférica, trabajo que completó en el año siguiente.
Dicho mapa fue y es considerado el mejor a lo largo del siglo XIX y aún después, apenas complementado por mediciones trazadas con posterioridad. Como señala Bertocchi Morán «Cuando Argentina y Uruguay suscribieron el Tratado del Río de la Plata en 1973, las cartas del lecho escandallado por Oyarvide a casi dos siglos seguían siendo referencia para los geógrafos» (Revista Naval, 1995).
En 1805 llegaron a Montevideo noticias amenazadoras y temidas desde mucho antes: la presencia en Río de Janeiro de una poderosa flota inglesa con intenciones de dirigirse al Río de la Plata.
El brigadier Pascual Ruiz Huidobro, gobernador de Montevideo y jefe del Apostadero Naval le ordenó a Andrés de Oyarvide, veterano piloto y en tal sentido conocedor de los secretos, el patrullaje del litoral Atlántico y del Río de la Plata en previsión de la llegada de la flota enemiga.
Así fue que el veterano piloto, segundo comandante del Cuerpo de Pilotos, en la Navidad de dicho año de 1805 partió de Montevideo al mando del velero San Ignacio de Loyola. Apostado en Maldonado se entera de la captura de una chalupa inglesa desprendida de una fragata, por lo que sale en su búsqueda. En medio de un fuerte temporal frente al Cabo Polonio, el San Ignacio de Loyola naufragó en las inmediaciones de la costa, al tocar en un bajo que luego sería bautizado con el nombre de «bajo de Oyarvide». El pecio no ha sido hallado todavía.
Documentos varios
En el legajo existen documentos, tanto originales como en borrador, que refieren al Río de la Plata en general y a la costa de la Banda Oriental en particular. Muchos de ellos dignos de estudio y profundización para el conocimiento de una época tan importante como fue la de los años de demarcación de límites, la realización de la carta esférica del Río de la Plata y el recorrido del territorio para la ubicación de guardias y vigías.
Veamos algunos de los cuadernos consultados:
Reconocimiento de la costa del N. del Río de la Plata desde la ciudad de Montevideo hasta el Fuerte de Santa Teresa con los terrenos adyacentes, comenzada el 5 de abril de 1790.
Noticias de Oyarvide. América Meridional (partes internas).
Reconocimientos del río Uruguay (en borradores sueltos y confusos).
Apuntes originales en cuadernos de bolsillo o borradores de memoria, de la división de límites entre Buenos Aires y Brasil.
Reconocimiento de la costa del Norte del Río de la Plata desde las cabezas del arroyo Don Carlos y reconocimiento de la costa desde Montevideo a Maldonado, para elegir los parajes oportunos para la colocación de Vigías (año 1805).
Entre estos documentos y otros llaman la atención algunas hojas con observaciones y dibujos referentes a las ensenadas del Potrero y del Polonio, ambas fechadas entre enero y marzo de 1804, que no responden a demarcaciones anteriores de límites, por lo que resultan de difícil identificación al no corresponder a las realizadas con motivo del Tratado de San Ildefonso, salvo que abarcaran posteriores actuaciones. En realidad, más parecen responder a mediciones terrestres complementarias a las realizadas con motivo de la confección de la carta esférica del Río de la Plata en la que trabajaba Oyarvide por esa fecha, o a los trabajos de reconocimiento para la ubicación de vigías y puestos armados en lugares estratégicos para la prevención de ataques enemigos.
Dada la cantidad de datos de ubicaciones, orientaciones, hay datos toponímicos como los del cerro del Imán y del Inglés, la laguna del Potrero, Punta y cerro de los Burros, sierra de la Ballena en la del Potrero y del cerro de la Buena Vista, la sierra de Chafalote, Castillo Grande, punta del Marco, punta y ensenada del Polonio, bajo del Polonio, islas de Torres y otros tantos nombres que, a simple vista, no alcanzamos a descifrar.
Se incluyen fotografías de las páginas referidas como aporte documental para futuras consultas que puedan realizarse en 8 páginas, cinco para la Ensenada del Potrero, siete para la de Castillos Grandes y una para el señalamiento de lugares estratégicos para la fácil comunicación entre las vigías, las que se incluyen este ejemplar de la Revista Histórica Rochense en su parte documental.
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