Alejo Umpiérrez
SUMARIO: 1. La posguerra – 2. El arribo de los exiliados – 3. Reacciones iniciales – 4. Primeras declaraciones de los exiliados – 5. De Buenos Aires a Rocha – 6. Patrocinio, el “Zeppelín” – 7. La ofensa – 8. Los antecedentes del duelo – 9 – De filo, contrafilo y punta – 10 – Las repercusiones
1 . LA POSGUERRA
Los años cincuenta eran todavía los tiempos del Uruguay Feliz, de la tacita de Plata, la Suiza de América. Éramos Campeones del Mundo. “Como el Uruguay no hay” era el slogan que rezumaba optimismo de una sociedad que todavía no se daba cuenta que el modelo de país en que vivía estaba agotado.
Nos comportábamos como una isla de espaldas a América. Por aquel entonces nuestro vecindario estaba convulsionado. Argentina tenía en marcha la experiencia populista más intensa que vivió país alguno en América Latina: el peronismo. Perón era una rara avis, para muchos un semi-dios; para otros tantos un “fascista” encubierto. Pero sin duda el amor de las masas lo acompañó y arrastró a la hermana república en una experiencia política que significó la apertura a los beneficios sociales de amplias masas de trabajadores marginados por un liberalismo de salón, pero que simultáneamente lo llevó hasta el absurdo en un proceso donde se dilapidó la riqueza de la nación vaciando las arcas del Banco Central Argentino. Se generaron así resabios políticos y económicos que torcieron su historia y perduran hasta el día de hoy. Fueron tiempos de duros enfrentamientos entre oficialismo y oposición; entre el gobierno y el naciente poder sindical, mediatizado al poder, contra la prensa, la iglesia y en lo exterior contra EE.UU. [1]
Pero Perón, acompañado de la mítica Evita, en medio de una política ampliamente dadivosa hacia los sectores populares arrasaba en las elecciones contra toda la oposición aunada, donde estaba incluido hasta el Partido Comunista. La oposición era castigada y perseguida de diferentes modos. Ello llevó a que Montevideo se llenara de exiliados antiperonistas, lo que despertaba la simpatía de la población en general.
La situación argentina fue objeto de discusión diaria por la prensa y la posición de nuestros gobernantes de la época (diferentes gobiernos integrantes de una hegemonía batllista desde la salida del terrismo hasta la derrota de 1958) era de rechazo y enfrentamiento a aquella forma de hacer gobierno y política. No estaban solos en ese sentir; igual pensaban los restantes sectores colorados no batllistas y el nacionalismo independiente, al igual que toda la prensa y la sociedad en general. La solitaria voz de Herrera y “El Debate” defendían el derecho de autodeterminación de la vecina nación y veían con simpatía al fenómeno peronista desde su óptica nacionalista, antiimperialista y tercerista, llegando a calificar al militar argentino como “líder de la soberanía de América Latina”[2]. Debemos de comprender el entorno en que se emitían tales declaraciones, en lo que era por entonces la agresiva política exterior norteamericana en su patio trasero centro y sudamericano; mientras tanto Uruguay se manejaba íntimamente ligado a las coordenadas de la política exterior norteamericana.
El episodio de la intentona de instalar bases norteamericanas en Uruguay y luego el no reconocimiento del gobierno militar argentino de Farrell[3] disparó tensiones, donde en Uruguay se temió la intervención armada argentina. La situación entre ambas naciones se hizo crítica en materia de política internacional y llegó hasta el borde de la ruptura de relaciones diplomáticas, la prohibición de viajes de turistas argentinos a nuestras costas, el veto argentino a la venta de trigo y ganado y un permanente y agrio relacionamiento llegó hasta el punto de que ninguno de los gobernantes pisara el país que gobernaba el otro y debió de instrumentarse un ridículo encuentro sobre dos yates en el límite de ambas naciones sobre el Río Uruguay donde quedó de recuerdo la foto del fingido apretón de manos entre Perón y Batlle Berres sin que uno pisara la borda del otro.
No se trató solamente de una discusión de elites gobernantes; sino que ello caló hondo en la sociedad uruguaya y se vio reflejado no sólo en la capital nacional sino en cada una de las localidades del interior.
2. EL ARRIBO DE LOS EXILIADOS
La gravedad de las situación interna argentina se fue extremando hasta que el 28 de setiembre de 1951 el General Benjamín Menéndez[4] y un conjunto de militares del Ejército y Fuerza Aérea hicieron un intento de golpe de estado. El cuartelazo abortó y arribaron a Uruguay decenas de militares argentinos que escaparon de las represalias del peronismo.
El mismo día del golpe fallido detuvieron a Menéndez y otros 80 oficiales involucrados así como a diferentes dirigentes partidarios de la Unión Cívica Radical y del Partido Socialista. Se realizó una gigantesca manifestación en Plaza de Mayo donde Perón arengó a sus seguidores. Un diputado peronista murió en ese acto de un síncope preso de la emoción del momento en pleno discurso de su líder. Eva Duarte desde su lecho de enferma exhortaba a seguir “siendo fieles a Perón”. “Mi amor radica en Perón y en mi pueblo” afirmaba.
Ese mismo 28 de setiembre, entre las 16.53 y las 17.08 horas, arribaron al Aeropuerto de Carrasco cuatro aviones con 36 militares a bordo. Se trataba de cuatro aviones de transporte; tres Douglas – Curtiss DC-3 y un De Havilland Dove. Uno solo de ellos estaba provisto de radio y contactó con los operadores del aeropuerto aclarando el extraño aterrizaje solicitado fuera de programa. A bordo venían altas autoridades y oficiales. Entre los primeros estaba el Brigadier del Aire Samuel Guaicochea, el Brigadier Guillermo Zinny, los Comandantes Arnaldo Migliere y Miguel Julio Costa; además de 29 aviadores, 2 infantes y un artillero.
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Pero estos no eran los únicos fugados de Argentina. Dos aviones llegaron a Colonia; un caza biplaza aterrizó en Carmelo conducido por el Capitán de Navío Vicente Baroja. Otro tocaba tierra en Rosario, en Costas del Colla, tripulado por otro Capitán de Navío, Arturo Gustavo Mazza. Un último avión llegaba a Punta del Este.
Estos aviones – conjuntamente a otros – habían arrojado volantes sobre Buenos Aires con la proclama redactada por el Gral. Menéndez buscando sensibilizar a la población, regresando luego al apostadero de Punta del Indio. Allí esperaron tensamente durante dos horas, ya que tenían órdenes de atacar si había focos de resistencia.
Pero el foco central del movimiento fracasó y solo dos tanques insurrectos – 30 eran los previstos – pudieron salir de “Campo de Mayo”, hundiendo al movimiento en el fracaso.
La aviación leal comenzó a bombardear la base de “Punta del Indio” donde se hallaban los insurrectos. Ante el fracaso consumado los superiores de la base dejaron a los aviadores en libertad de acción. Los insubordinados eran aproximadamente sesenta. Treinta y seis de ellos tomaron la decisión de huir hacia Uruguay.
3. REACCIONES INICIALES
El gobierno se vio ante un problema inesperado – se repetiría luego en 1955 meses antes de la caída de Perón – y ordenó inmediatamente que fueran derivados a la Base Militar de Carrasco. Desde allí más tarde serían llevados en presencia del Cnel. Leoncio Raíz, Jefe de Policía de Montevideo, quién se interiorizó de los hechos y les informó a los exiliados de su situación legal.
El gobierno limitó inmediatamente las comunicaciones de radio aficionados, pidiendo prudencia a los medios y se prohibieron los vuelos en el espacio aéreo nacional. La prensa si bien en forma prudente, mostró su simpatía con los golpistas, con la sola excepción de “El Debate”[5]
El mismo día el gobierno presidido por Andrés Martínez Trueba emitió un decreto fundándose en la Convención de Deberes y Derechos de los Estados en caso de Luchas Civiles aprobada en La Habana en 1925. Tal convención no ligaba a Uruguay con Argentina, pero nuestro país entendió que la misma era simplemente declarativa del derecho internacional consuetudinario y por lo tanto aplicable al caso. En virtud de ello los insurrectos tomaron el estatuto de refugiados políticos y se ordenó su desarme, la devolución de los aviones a Argentina y la internación de los ahora exiliados.[6] Los aviones serian retornados el día 30 a la base de Morón en la vecina república.
La internación quedó en suspenso por varios días sin saberse cual sería el destino de los exiliados aunque la lógica imponía que su traslado debía ser a lugares alejados de la frontera argentina para evitar que desarrollaran actividades en nuestro territorio contra el gobierno peronista.
El 4 de octubre un telegrafista y un mecánico que se encontraban dentro de los aviones capturados por los exiliados retornaron a su país y al día siguiente el juicio sumario contra Menéndez culminó con una condena a 15 años y para otros militares involucrados se libraron condenas de entre 3 y 6 años de cárcel. Se prohibió por el gobierno argentino a los familiares de los exiliados viajar a Uruguay.
A los insubordinados en nuestro territorio se les dio de baja de sus rangos y calidades de militares en Argentina y el gobierno nacional los aprovisionó de ropa de civil dado que habían huido con lo puesto: sus uniformes.
4. PRIMERAS DECLARACIONES DE LOS EXILIADOS
Los militares argentinos fueron sumamente discretos y evitaron en forma permanente realizar declaraciones públicas; ello obviamente por haber sido así exhortado por nuestro gobierno, con el fin de evitar que su situación se viera aún más comprometida ante la vecina nación.
Ante el acoso de la prensa, el 2 de octubre decidieron expresarse a través de un breve comunicado suscripto por todos ellos. Escuetamente se expresaba que su ideal se hallaba condensado en la proclama de Menéndez de “un país justo, libre y soberano”; que era inexacto que buscaran matar a Perón y que el movimiento se hallaba motivado “por el ambiente propicio para el comunismo creado por el gobierno que lleva al caos moral, económico y político del país”. Se preocuparon en dejar constancia de que a pesar de que sus aviones estaban armados con bombas y ametralladoras “no se atacó para evitar un inútil derramamiento de sangre”[7]; de que a pesar de tener familia lo sacrificaron todo “con tal de vivir en una verdadera democracia” y de que no habían recibido ayuda extranjera alguna. Manifestaban que ésta era su primera y última declaración.[8]
La única declaración particular la realizó un tal Giachetti, mostrando un perfil diferenciado del resto de sus camaradas. Este oficial desde el principio se había mostrado como uno de los más extrovertidos miembros del grupo, que en general observó una recatada conducta. Él y Mc Coll brindaron un reportaje donde se extendieron en diversas consideraciones[9]. Agradecieron al medio de prensa por su prédica democrática constante y defensa de la libertad. Giachetti expresó: “Hemos hecho propósito con muchos compañeros y superiores de no hablar por el momento de la situación de nuestro país, esto es no hacer referencia alguna a los acontecimientos desarrollados desde que estalló la revolución el viernes de mañana hasta el momento en que nuestros aparatos nos condujeron a tierra uruguaya y aterrizaron en Carrasco. Mucho lo sentimos pero circunstancias que superan nuestra voluntad nos obligan por el momento a proceder así. En cambio con honda satisfacción podemos decir que desde el momento en que las ruedas de nuestras máquinas aterrizaron se nos trató con una hospitalidad que nos obliga a sentirnos profundamente reconocidos no sólo hacia las autoridades y la guarnición de la base, sino a todo el pueblo de este libérrimo país. Esperamos no tardará en llegar el momento de poder demostrar fehacientemente cuán grande es nuestra gratitud hacia todos uds.”.
Mientras hacía estas declaraciones el resto de sus compañeros a distancia se entretenían jugando a las cartas o leyendo en el Casino de Oficiales. Desde el primer momento aparece este oficial con una personalidad definida dentro del grupo y así aparece en diversas tomas gráficas publicadas en varios diarios por esos días. Quizás a la luz de hechos posteriores sucedidos en nuestro departamento hubiera sido más cauteloso en sus declaraciones.
Mientras tanto había quienes se hacían su agosto gracias a los fallidos revolucionarios: “¡¡La revolución argentina!! – Notas exclusivas filmadas por el noticiero uruguayo Emelco. Desde hoy en el continuado del Cine Ariel” propagandeaba “El Plata” el dos de octubre.
5. DE BUENOS AIRES A ROCHA
Después de varios días de indefinición y especulación acerca del destino de los golpistas argentinos se tomó la resolución de su internación. Se reunieron con ellos el Jefe del Estado Mayor del Ejército Gral. Guillermo Murdoch, Félix Polleri por el Ministerio de Relaciones Exteriores y Cornelio Mesa por el Ministerio del Interior informándoles la decisión del gobierno de internarlos y sus respectivos destinos.[10] Para ello se conformaron tres grupos; 15 se dirigirían a Minas; 13 a Treinta y Tres y 14 vendrían a Rocha. Cada grupo era de alguna manera comandado por los más altos rangos dentro de los exiliados. Dentro del primer grupo la cabeza era el Cmte. Albornoz; dentro del segundo el Brig. Zinny y el referente del grupo rochense lo era la máxima jerarquía dentro de los exiliados: el Brigadier del Aire Guaicochea, Jefe de la Base de Palomar.
Además de Guaicochea, el grupo con destino a Rocha se integraba con el Tte. Miguel Costa, los Capitanes Enrique Smith Estrada, Guillermo Raúl Forn y Puig, Juan Mc Coll Areco, los Tenientes 1º Abelardo Fonseca, Osvaldo Cacciatore, Osvaldo Tappatá, Francisco Cabrera y Carlos Gómez y los Alféreces Pérez, Burgos y Mazza. Integraba también dicho grupo el Cap. Juan Félix Giachetti, objeto central de nuestra historia.
La noticia de la internación fue inmediatamente noticia naturalmente también en Rocha. El periódico local “El Este” dio tal primicia en su portada.[11]
Salieron de Montevideo acompañados cada grupo de un oficial uruguayo rumbo a sus respectivos destinos. El Teniente de la FF.AA. Federico Ortiz acompañó a los exiliados hasta Rocha, saliendo de Montevideo poco después de las 9 a.m., llegando a la ciudad de Rocha en las primeras horas de la tarde del 4 de octubre de 1951. Se les acondicionó como alojamiento el Hotel “Arrarte”, en pleno centro de la capital departamental. Los gastos que generasen los asilados mientras no retornaran eran abonados por nuestro gobierno, con cargo de restitución en el futuro por Argentina cuando estos regresaren.
El Brigadier Guaicochea ese mismo día brindó una entrevista en el Club Social Rocha, siempre sobre la línea trazada desde el primer día. “No deseo realizar declaraciones pero cada día guardo mayor reconocimiento a las autoridades de gobierno y pueblo uruguayo” expresó a “El Día”[12]. Costa, otro exiliado, expresó que los oficiales rodeaban a Guaicochea con igual adhesión que cuando servían bajo sus órdenes, ratificando una lealtad y jerarquía militar dentro del grupo.
Para el trajín aldeano de la Rocha de entonces aquello fue un acontecimiento. La gente miraba con curiosidad a aquellos militares que habían participado en un alzamiento militar. Ellos acostumbraban pasear por las tardes en grupo por la Plaza Independencia, destacándose entre los comunes transeúntes por sus uniformes y eran natural motivo de atracción. Comentan los memoriosos que las damas de la época suspiraban ante la estampa marcial y la elegancia de aquellos militares causando no pocas molestias entre los coterráneos que sentían una suerte de competencia desleal.
El tiempo fue pasando y poco a poco los exiliados fueron insertándose laboralmente en el medio en los más variados trabajos, incluso uno de ellos se conchabó en una funeraria. En algunos casos las esposas de los jóvenes oficiales también se trasladaron desde Argentina a nuestra ciudad.
En una Rocha que no era ajena al sentir antiperonista mayoritario del país, las muestras de simpatía hacia los golpistas se repetían. Los medios de prensa locales expresaban por entonces tal posición y se escribía profusa y permanente sobre los hechos ocurridos en la hermana república. Entre ellos estaban “El Este” y “La Palabra” dirigidas por entonces por Patrocinio Páez Peña, Jaurés Marchand y Angel María Pereyra el primero y por Carlos N. Rocha y Andrés Villizzio Felló en la redacción del segundo.
En demostración de agradecimiento a la sociedad rochense los exiliados en un gesto que los enaltecía decidieron hacer y efectivamente hicieron una donación a la Policlínica Lauro Cruz Goyenola, con un dinero proveniente de una colecta popular que se había realizado, debido a que los exiliados lo habían perdido todo.[13]
El resto del año hasta marzo de 1952 fue un período de inserción de estos militares en un entorno que naturalmente les era extraño.
6. PATROCINIO, EL “ZEPPELIN”
Patrocinio Páez Peña tenía pasta de periodista. Había incursionado en otros medios antes de llegar a “El Este”, como “Tribuna Rochense” y “El Imparcial”.
Era funcionario municipal, de Tránsito, al igual que lo había sido su padre, cargo que había “heredado” al fallecer su padre cuando contaba tan sólo con 18 años.[14] Renunció al cargo en la década del ´60 y Carlos Julio Pereyra que integraba el Ejecutivo Comunal lo llamó en su momento para que retornara, según recuerda su hija.[15]
Políticamente fue de extracción colorada[16] aunque luego fue modificando sus posturas al extremo de que muchos lo llamaban “anarquista”, por tener una veta totalmente independiente, de estilo vigoroso y frontal, poseedor de una pluma afilada y una fuerte personalidad; todo ello acompañado de una gran bohemia que mantuvo durante toda su vida. Militó en el MLN siendo ya un hombre maduro y conoció la cárcel antes y durante la dictadura[17]. Siempre fue un hombre político y polémico pero jamás integró lista electoral por partido o sector alguno.
Los amigos, antes de tener su propio alias entre los Tupamaros, lo llamaban – nadie sabe decir por qué – “El Zeppelín”, quizás por su físico de gigantón que lo hacía parecer tener una silueta semejante a aquellos viejos aparatos del aire.
Había nacido el 14 de noviembre de 1920 en los pagos de “Garzón”, cerca de las fronteras con Maldonado, hijo de Pedro Antonio Páez y Lorina Peña Gutiérrez. Fue una persona de rica vida amorosa, conviviendo con diversas parejas pero dejando una única descendiente, la Dra. Daysi Páez Márquez, odontóloga hoy radicada en Chuy.
Fue también un avanzado en materia turística. Posiblemente haya tenido la primera audición de promoción del turismo que conociera el departamento. Era de frecuencia semanal y se emitía a mediodía los días domingos en la Radio Rural de la capital. Duró largos años y su nombre era “Rocha lo espera” y mereció en su momento hasta el apoyo económico de la Intendencia Municipal y Junta Departamental de Rocha.[18]
Poco tiempo más tarde, en 1955, fue designado por la Junta Departamental de Rocha como integrante de la Comisión Departamental de Subsistencias, encargada por entonces del contralor de precios a nivel departamental, para evitar la especulación, el acopio y el abuso de precios sobre artículos de primera necesidad.[19]
Fue becado por la Organización de la Prensa del Interior (O.P.I.) en 1957, realizando un viaje por Bolivia, Perú, Chile y Argentina; viaje que influyó en su ideología con posterioridad y sobre el que publicó un libro.[20]
No sólo hizo periodismo sino que también escribió libros para niños, como “La siembra de Ricardo”[21]
7. LA OFENSA
En 1948 había ingresado a “El Este” dándole su impronta inconfundible y en tal periódico se mantuvo hasta 1972, fecha en que cayó detenido en su carácter de integrante del movimiento guerrillero.
Fue una pluma incisiva que trabajó en sus editoriales y distintos artículos todos los temas, demostrando un gran manejo de cualquier temática que trataba y un excelente nivel de redacción y expresión.
Hasta la llegada de los aviadores exiliados Páez Peña se refería sobre la situación argentina en diferentes editoriales y artículos, generalmente con un ataque a la figura de Perón. Por ejemplo, horas antes de arribar los exiliados a Rocha, publicaba una nota criticando duramente actitudes del gobierno colorado de turno, encabezó un artículo con el siguiente titular: “Así empezó Perón”[22]. Por esos días publicó otra crítica a nuestras autoridades bajo el título “Peroneando”
La insospechada raíz del problema se desencadenó de la forma menos pensada. Dentro de artículos varios, se publicó el 14 de marzo de 1952[23], uno bajo el inocente título de “Habla el lector E.V.M.”. Era una larga carta firmada solamente con tales iniciales y que se despachaba en una diatriba contra los exiliados en general, los que – según manifestaba – abusaban de la confianza del país, y además sostenía que podían perfectamente ser infiltrados peronistas, “quinta columnas” que sirvieran como espías disfrazados de inocentes perseguidos políticos.
Días después en una respuesta tardía al artículo publicado los exiliados argentinos en su totalidad, tocados en su fuero íntimo, con el artículo de referencia enviaron una solicitada al diario “El Este”, que también fue remitida a los demás periódicos de nuestro medio.[24]
Tal carta abierta criticaba el artículo que dio origen al altercado. Según el mismo – decían los exiliados – “La publicación de referencia hace serios cargos a esos exiliados, insinuando que ellos serían nazis y quinta columnistas de Perón infiltrados en el Uruguay”. Los exiliados en su larga nota manifestaban que no tenían porque levantar dichos cargos sino que “… el Sr. Director, asuma personalmente la responsabilidad que de ello deriva, o bien que otra persona lo haría, por cuanto el artículo de referencia sólo lleva como firma las iniciales E.V.M.”. La nota terminaba agradeciendo a “las autoridades y al pueblo íntegro” por su hospitalidad “sin límites” la que contrastaba con la actitud de la carta. Finalizaba la nota diciendo que estimaban que “el autor responsable de dicho artículo, ha de tener seguramente, pruebas concretas que ofrecer para aseverar los cargos formulados. De contar el articulista con la evidencio de lo que menciona, la publicación de ella sería la mínima satisfacción que su patriotismo debe al pueblo uruguayo”. Suscribían la misiva genéricamente “Exiliados militares argentinos”.
El 25 de marzo Páez Peña refirió a un insuceso ocurrido a la salida del cine bajo el título “Deslindando responsabilidades”. Según nos referenciaron algunos coetáneos de la época[25] a la salida del cine “1º de Agosto”, el Cap. Juan Félix Giachetti se enfrentó duramente en el hall de la sala con Patrocinio Páez Peña, echándole en cara duramente la publicación del suelto referido y solicitándole una inmediata retractación. Páez Peña habría señalado que el artículo no era de su autoría y el militar solicitó la identidad del articulista; a lo que Páez Peña dijo que ello no correspondía y que como director de la publicación se hacía responsable de ella. En la nota referida Páez Peña indicó que el articulista no se encontraba en Rocha y que él no podía, en su ausencia, hacer otra cosa que como director de la publicación hacerse responsable de lo publicado en su medio.
Los exiliados, personificados en Giachetti quién había tenido el altercado ante el público del cine, no se dieron por satisfechos con tal respuesta, sino que remitieron una nueva solicitada al día siguiente de la nota que intentaba ser aclaratoria. Esta no se publicó en “El Este” sino en “La Palabra”[26]. De ella se desprendía ya lo que se venía: “… la dirección del mencionado periódico (“El Este”) asumió espontáneamente la responsabilidad y tomando en consideración el nivel en que se han desarrollado las publicaciones posteriores, concluimos que nuestra posición no puede llegar a tratarlas”. El artículo terminaba secamente: “Es ésta la última aclaración que por medio de la prensa hacemos sobre el asunto”. Firmaban una vez más “Exiliados militares argentinos”
Ante la sombría situación que se iba generando al día siguiente de la solicitada referida y en respuesta a la misma apareció una nueva nota[27]. El articulista que ocasionó el altercado, obviamente enterado de todo lo que estaba ocurriendo, divulgó en “El Este” un artículo intentando demostrar que cuando se refirió a “infiltrados” no lo relacionaba con los exiliados en Rocha; sino que se refería a la precaución que debía tener nuestro gobierno ante la avalancha de refugiados que llegaban a nuestras costas y al aprovechamiento que podía hacer el régimen peronista de tal situación. Aparecía al pie de la nota la firma del articulista hasta entonces desconocido: Eric Valter Martín.
La nota no surtió efecto alguno y los ofendidos, personificados en Giachetti, enviaron sus padrinos al Director del diario “El Este”.
8. LOS ANTECEDENTES DEL DUELO
El duelo fue durante décadas un forma prohibida legalmente de lavar el honor en nuestro país. En el medio rural y en los arrabales montevideanos – herederos espontáneos de los gauchos expulsados por su medio – hasta entrado el S. XX fue común el duelo criollo. En los medios urbanos y por las clases altas se utilizaba el duelo pero bajo otros códigos no escritos con el fin lavar el honor herido, pero se hallaba de todas maneras penado legalmente.
Los inicios del S. XX vieron diversos enfrentamientos entre integrantes de la clase política. Leonel Aguirre y Aureliano Rodríguez Larreta, directores fundadores del diario “El País” contra Batlle y Ordóñez fueron los más conocidos. Luis Alberto de Herrera desafío en dos oportunidades a duelo a Batlle y Ordóñez pero éste nunca aceptó.
El fin de la ilegalidad del duelo se vivió por el desenlace fatal que tuvo lugar en el duelo entre Batlle y Ordóñez y Washington Beltrán, donde muriera éste último de un disparo en el corazón.[28]. Ello ocurrió el 4 de abril de 1920 y significó que pocos meses después se “blanqueara” el hasta entonces delito, al aprobarse la ley Nº 7.253 conocida como la “Ley de duelos”.
A su amparo, especialmente en los duros años ´60 y ´70 se llevaron a cabo los últimos duelos. Los más conocidos tuvieron lugar entre Manuel Flores Mora y Jorge Batlle, entre el primero referido y Julio María Sanguinetti, entre los generales Ribas y Seregni y entre el Brigadier Danilo Sena y Enrique Erro. La ley sería finalmente derogada en 1992 por la ley Nº 16.274.ante el planteamiento de un desafío a duelo realizado por el Inspector Saúl Clavería a Federico Fasano, director del diario La República, quién rechazo tal reto.
Desconocemos de la existencia de otros duelos en nuestro medio. A este lance se le ha llamado en Rocha “el último duelo”, pero carecemos de antecedentes para afirmar la existencia de otros. Seguramente hubo duelos criollos por doquier en el pasado; pero nada sabemos de la existencia de otros duelos con las formalidades y ritualismos propios de la ley de 1920, que preveía todo un protocolo para el lance.
Giachetti, como ofendido, designó sus padrinos para poner en marcha el trámite del duelo. Uno de los padrinos del militar argentino era ampliamente conocido en nuestro medio: el Dr. Mario Anza Vigliola y el restante lo era el propio superior de la Fuerza Aérea Argentina, el Brigadier Samuel Guaicochea. Ante el reto Páez Peña designó lo suyos, recayendo la responsabilidad en los conocidos médicos Juan José Falconi y Emilio T. Luciani. “El Este”, mientras los padrinos debatían, dio a luz la noticia con una escueta nota titulada “Duelo en trámite”.[29]
Examinados los elementos los padrinos de ambas partes entendieron que había ofensa y existía el derecho de reparación de la misma. “Hay lugar a duelo” tituló “El Este”[30]. El mismo tendría lugar en el Centro Comercial de Rocha, en su sala de actos, sin público y a puertas cerradas, participando en el acto sólo los padrinos, los médicos designados por cada parte, el juez del lance, los veedores y quién computaba el tiempo.
El ofendido de acuerdo a la tradición escogía el arma; Giachetti escogió así el sable. Páez Peña jamás había tocado arma alguna y mucho menos un sable; pero se mantuvo firme en aceptar el desafío. Desarrolló una apurada instrucción de unos escasos días en el Batallón de Infantería de nuestra ciudad, que obviamente nada podía hacer contra la maestría de su contrincante habituado al uso del sable.[31]
Páez Peña por sus padrinos hizo fijar como fecha del lance el 2 de abril[32]. Tal día no era casual, sino que tenía un alto valor simbólico en el mundo del periodismo, por la simbología de mártir de la prensa que tenía el fallecido Washington Beltrán Barbat, muerto en igual fecha en el duelo antes referido.
El día previo al fijado para la justa; Páez Peña publicó un suelto llamado “El duelo y otras cosas”[33] donde afirmaba que estaba dispuesto a defender sus convicciones aún con su vida y atizaba con su pluma a aquellos que, poseedores de animadversión a su persona, desde las sombras se regodeaban de la situación que se estaba viviendo
9. FILO, CONTRAFILO Y PUNTA
El duelo finalmente se llevó a cabo a media mañana del 2 de abril. Recuerdan distintos testigos de época de que si bien se hallaba el local cerrado a cal y canto, los curiosos se agolpaban ante las puertas cerradas esperando saber que desenlace tenía el duelo.
Patrocinio Páez Peña contaba por entonces con jóvenes 31 años; de Giachetti desconocemos su edad, pero de las fotografías de época que se conservan muestran a un hombre afectado por una semicalvicie, alto y esbelto, de aproximadamente 40 años.
Alicia Páez vivía con su madre – ya separada de Páez Peña – a una cuadra del Centro Comercial y desconocía como niña pequeña lo que estaba ocurriendo. Se hallaba en esos momentos andando en un triciclo por la vereda cuando un transeúnte le amonestó por la liviandad de andar jugando y no guardar el debido recato ante la situación que atravesaba en esos precisos momentos su padre.[34]
Dentro del local se hallaban los padrinos ya señalados. Como Juez del duelo fue designado el Capitán ® Luis J. Abreu, como médico asistente el Dr. José Ibarra; el contralor del tiempo corría por cuenta del Teniente Oscar Píriz y finalmente actuaban como veedores el Capitán Ramón Checa por el desafiante y por el retado su socio periodístico Ángel María Pereyra.
El duelo tuvo un rápido desenlace. Duró sólo unos segundos. Todos los asistentes fueron contestes en narrar el mismo. Apenas dada la orden de inicio del duelo, Páez Peña se lanzó violentamente a la ofensiva asestando al militar argentino un planazo con el sable que dio sobre el pecho del sorprendido exiliado. De haber sido con el filo, contrafilo o la punta el duelo habría terminado allí. Recuperado de la sorpresa, Giachetti aprovechó que el ataque de su adversario lo había dejado al descubierto y le asestó una puntada en el brazo[35], causándole una herida sangrante poco profunda. Siendo un duelo a primera sangre, se dio por terminado el mismo.
Una vez finalizada la justa las partes a pesar de la instancia de los padrinos, no se reconciliaron. “Un periodista ofendido nunca se reconcilia”, habría dicho Páez Peña; a lo que respondió Giachetti en forma semejante: “Un militar argentino ofendido nunca se reconcilia”
Así finalizaba el último (quizás el único) duelo de la historia de Rocha.
10. LAS REPERCUSIONES
“El Este” recogió esa misma tarde el duelo en que había participado su director. El artículo era breve y ratificaba la inexistencia de reconciliación.[36] En igual parca forma lo refirió “La Palabra” en una escueta nota a una columna de escasos once renglones que trasuntaba más que imparcialidad, frialdad, probablemente producto de las diferencias periodísticas y políticas de la época[37]
La noticia tuvo escasa repercusión nacional. Pero para mensurar tal proyección debemos de situarnos también – no sólo lo que era la posición tomada de los grandes medios sobre los sucesos argentinos -; especialmente en la pobreza informativa que los diarios capitalinos tenían sobre los hechos del interior, generalmente resumidos en menos de una carilla de diarios que por entonces no sobrepasaban de 15 o 16 páginas. Por otra parte existía una única agencia informativa sobre los hechos del interior llamada A.N.I., que era la abastecedora de noticias de tierra adentro para varios medios de Montevideo.
De los periódicos cotejados encontramos idéntica noticia, con igual redacción, en los diarios “El País” y “El Día” correspondientes a las ediciones del día tres de abril. La misma, fechada el día anterior, rezaba así: “REALIZOSE EL DUELO ENTRE UN EXILIADO ARGENTINO Y UN PERIODISTA DE ROCHA – En el Salón de Actos del Centro Comercial e Industrial se llevó a cabo esta mañana a la 10.45 hs. el lance caballeresco entre el militar argentino exiliado en esta ciudad, Capitán Félix Giachetti y el director de El Este, Sr. Patrocinio Páez Peña. Actuó como director del lance el Capitán ® Luis J. Abreu. El duelo se realizó a sable y en el primer asalto resultó herido en el brazo derecho el Sr. Páez Peña, por lo que el director del duelo dio por finalizado el mismo. No hubo reconciliación entre las partes”. Ahí terminaba la minúscula síntesis publicadas en los dos mayores diarios de la época. Otros, como el linajudo “El Plata”, no registraron el para nosotros tan significativo hecho.
Un par de días después los militares argentinos exiliados en nuestro territorio, entre ellos los que se hallaban en Rocha, formaron en Montevideo la “Asociación Argentina de Mayo” que tenía entre sus fines una “campaña de esclarecimiento de la problemática nacional, organizar conferencias, fundar una revista, crear un fondo de ayuda para casos de enfermedad, desocupación o accidente de sus miembros”[38]
En tanto Patrocinio Páez Peña publicaba en los días siguientes del duelo, un día sí y otro también, – lo encontramos desde el ejemplar del 3 hasta el 21 de abril – una multitud de telegramas de felicitación y/o adhesión de distintos ciudadanos que se lo remitían desde los más diversos rincones del departamento. Entre ellas se encontraban tarjetas correspondientes a los representantes nacionales por el Partido Nacional, Antonio Gabito Barrios (15 de abril) y por el Partido Colorado, Arturo Lezama (21 de abril)
Poco tiempo después, el Poder Ejecutivo por decreto de 22 de julio de 1953 prohibió la radiodifusión de los duelos, tratando de evitar su amplificación social y que se transformaran poco menos que en una radionovela.
Pudimos observar con el paso del tiempo que el duelo no le fue indiferente al espíritu de Páez Peña. Debió de haber pesado en su ánimo respecto a su visión del peronismo. De aquellos primeros artículos referidos, en donde se atacaba a Perón, se pasó lentamente a una posición de relativa comprensión ubicada más bien en el marco de un “tercerismo”, que no se casaba con nadie, reflejado en muchísimos editoriales, especialmente correspondientes al año 1955.
Tras la caída de Perón; una de cal y una de arena: “12 autos tenía Perón y 4 mil camisas. Para jefe de los descamisados no está mal la cosa” publicó en la sección de apostillas “De aquí y de allá”[39]. Días después expresó “(en Argentina) hay miedo e inestabilidad en las alturas. Pero también hay miedo en el pueblo, que en el fondo sigue siendo peronista y si no se manifiesta como tal es porque no lo dejan hablar.”[40]
Su visión del fenómeno peronista en su mejor síntesis la expresó en un editorial donde señaló: “Asumido el poder, Perón desarrolló una obra de gobierno de reivindicaciones sociales que hicieron adelantar a Argentina 50 años. Eso es innegable, como innegable es, que valido de su poder dictatorial cometió excesos, coartó las libertades y despreció los principios democráticos desconociendo los derechos del hombre. Fue un dictador que repudiamos los demócratas, pero hizo bien a su país.”[41]
Pero por esos días, resabios no tan de antaño, se despachó contra los exiliados que arribaron a nuestras costas luego del bombardeo de Plaza de Mayo y antes de la caída de Perón.
El 17 de junio manifestaba: “Hasta ayer los exilados llegaban con una aureola de víctimas que concitaban nuestras simpatías, pero ahora no. Estos exilados vienen de bombardear impunemente a un pueblo desarmado, con sus mujeres y niños”; – lo que era una estricta verdad – y agregaba “… la “revolución” ha tenido la virtud de revelarnos a los que vivimos bajo el fuego cruzado de la propaganda interesada que el pueblo argentino está con el General Perón, porque (…) ese pueblo que se arrojó a la calle a defender el régimen es un pueblo que está con su gobierno (…). Es hora de cortar todo esto. Que vivan los argentinos con el régimen que se les antoje y a su gusto sin que nosotros tengamos que meternos en su casa ni ellos en la nuestra.”[42]
En un suelto de píldoras de opinión e informativas por esos días expresaba “Acá en Rocha, todo el que llega que no es uruguayo, se da el título de exilado. Es un rótulo de calidad como Simger, Longiness o puro de oliva. Es claro, algunos son falsificados”. En igual columna y fecha anotaba “Si la gente que mataron los “revolucionarios” la hubiera matado Perón nos imaginamos lo que se diría por estos lares. Pero sin embargo ahora gastan toneladas de papel en disimular el asunto.” En otra parte mencionaba: “Diecisiete exilados pidieron que se les enviara de vuelta a su patria, pues fueron obligados a la “revolución” por sus jefes. Como se ve no eran tan libres los “revolucionarios” y no es sólo Perón el que aprieta el torniquete.”
Pocos días después se despachaba una vez más contra los exiliados: “Ante la tregua de persecuciones en Argentina, parece que algunos de los pobrecitos exilados en el Uruguay, muy cortos de valor pero muy sueltos de lengua, luego de ser la piedra de escándalo en las relaciones diplomáticas de ambos países volverían a su patria. Aprovechen muchachos y pasen el charco, que el juego de Vds. está descubierto.”[43]
Obviamente que el núcleo de exiliados de 1951 ya no estaba en Rocha, sino muy probablemente el que relatamos no hubiera sido el último duelo.
[1] Se hizo famosa la consigna “Braden o Perón” en alusión al embajador norteamericano en ese país, Spruille Braden quién tuvo una activa e indebida intervención en la política interior argentina durante el ejercicio de su cargo.
[2] Lo expresó en un reportaje al diario “La Época” de Bs. As. el 9 de abril de 1947 (ver Juan Oddone en la Revista “Diplomacia”, Nº 16 de mayo de 2005, págs. 38 a 40 )
[3] En el gobierno dictatorial de Edelmiro Farell (1944-1946), Juan Domingo Perón fue VicePresidente además de Director del Departamento de Trabajo.
[4] Padre y tío respectivamente de una larga zaga de golpistas como Luciano Benjamín Menéndez y Mario Benjamín Menéndez, encargado de la Guerra Sucia (1976-83) y Gobernador Provisorio de las Malvinas durante la invasión (1982) respectivamente.
[5] “Ante los acontecimientos que ha debido enfrentar el gobierno argentino extendemos nuestros sentimientos de solidaridad con el orden institucional que representa la persona de su mandatario General Perón”, rezaba el ejemplar correspondiente al 30 de setiembre de 1951.
[6] Además del Presidente, firmaban tal decreto Alberto Domínguez Cámpora, Juan F. Guichón y Celiar Ortiz en sus respectivas calidades de Ministros de Relaciones Exteriores, de Interior y de Defensa Nacional.
[7] Algo muy diferente a lo que sucedería en Plaza de Mayo el 16 de junio 1955 donde aviones ocasionarían una masacre: más de 350 muertos y 2000 heridos. Los aviadores también fugarían a Uruguay y Batlle Berres les daría asilo político. Perón sería derrocado el 16 de setiembre.
[8] “El País”, 3 de octubre de 1951, pág. 4
[9] “El Día”, 2 de octubre de 1951, pág. 7
[10] “El Plata”, 1 de octubre de 1951 pág. 14
[11] “El Este”, 2 de octubre de 1951, pág. 1
[12] “El Día”, 5 de octubre de 1951, pág. 7
[13] “El Este”, 24 de octubre de 1951, pág. 1
[14] Entrevista a la Dra. Daysi Páez, hija de Patrocinio Páez Peña, realizada por el autor (2009)
[15] idem
[16] Su primera militancia lo fue con el grupo de Medardo Silvera, lascanense que fuera intendente de Rocha (1938-42) (ver Jaurés Marchand en “El Este”, 7 de marzo de 1998), luego se fue independizando hasta que – según nos narrara su hija – en 1962 aproximadamente se integró al Partido Socialista para poco tiempo más tarde, con otro grupo de escindidos de dicho partido, pasar a integrar el MLN-T
[17] Estuvo detenido desde el 12 de mayo de 1972 hasta octubre de 1976, sufriendo la tortura. Fallecería pocos años después el 10 de noviembre de 1982. (reportaje referido a su hija Daysi Páez)
[18]La Intendencia y Junta Departamental de Rocha aprobaron un subsidio de $ 20 mensuales para su audición (Libro de Actas de la Junta Departamental de Rocha, Sesión del 2 de julio de 1952)
[19] Tal designación recayó en forma simultánea sobre otro periodista, el que fuera el fundador del diario “El Este”, Carlos Julio de Castro Amorín (Libro de Actas de la Junta Departamental, Sesión de 15 de abril de 1955, Acta Nº 7)
[20] “El Lascanense”, 19 de julio de 1958, pág. 1
[21] idem
[22] “El Este”, 2 de octubre de 1951, pág. 1
[23] “El Este”, 14 de marzo de 1952, pág. 1
[24] “La Palabra” lo publicó bajo el título “Carta abierta” en su ejemplar de 21 de marzo de 1952; mientras que el “El Este” lo hizo en igual fecha bajo el título “La nota de los exiliados”. Ese mismo día en el primer diario se daba la noticia de la expulsión de Argentina del periodista uruguayo Agustín Pedro Pena con 20 años de desempeño de su labor en el país hermano, demostrativo del clima de la época.
[25] Así nos lo refirieron Julio Cadimar y Domingo López Delgado
[26] “La Palabra”, 26 de marzo de 1952, pág. 1, título “Solicitada”
[27] “El Este”, 27 de marzo de 1952, pág. 1
[28] Es de muy reciente aparición al respecto el polémico libro de Diego Fischer, “¡Que tupé!: Batlle-Beltrán, ¿Duelo o asesinato? – Editorial Planeta, 2010
[29] “El Este”, 29 de marzo de 1952, pág. 1
[30] “El Este”, 31 de marzo de 1952, pág. 1
[31] Entrevista a Daysi Páez, referida ut supra
[32] Si bien el duelo se halla presente en la memoria popular rochense, no existía en todos los consultados certeza sobre la fecha. Todos la fijaban insistentemente en 1955, año de la caída de Perón y del previo bombardeo y posterior exilio de aviadores en junio de ese año. El propio “El Este” en una edición aniversario (7 de marzo de 1998) lo situó en 1948; anteriormente en igual medio, Mario Corbo había publicado en 1993 una breve reseña sobre tal duelo, mencionando erróneamente como fecha el año 1955.
[33] “El Este”, 1º de abril de 1952, pág. 1
[34] Entrevista a Daysi Páez realizada por el autor
[35] Su hija recuerda con dificulta que dicha herida habría sido en el brazo izquierdo. (entrevista citada) Los medios rochenses de la época no lo consignan. Los capitalinos dicen que fue en el brazo derecho.
[36] “El Este”, “Resultado del lance del día de hoy”, 2 de abril de 1952, pág. 1
[37] “La Palabra”, “Lance caballeresco”, 2 de abril de 1952, pág. 1
[38] “El País”, 4 de abril de 1952, pág. 5
[39] “El Este”, 4 de octubre de 1955, pág. 1
[40] “El Este”, “Un pueblo con miedo y un gobierno con miedo”, 30 de octubre de 1955, pàg. 1
[41] “El Este”, “La situación argentina”, 22 de setiembre de 1955, pág. 1
[42] “El Este”, “La revolución argentina – Enseñanzas recogidas”, 17 de junio de 1955, pág. 1
[43] “El Este”, “Aprovechen muchachos”, 16 de julio de 1955, pág. 1
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