Alejo Umpiérrez
SUMARIO: 1. Un año muy particular – 2. Aquí viene la inundación – 3. La solidaridad rochense – 4. El lejano norte del este – 5. La situación en Cebollatí – 6. Barranca Abajo – 7. Cuando la verdad aflora – 8. La piedra de la discordia – 9. La reacción – 10. Trabajo y tragedia –
11. Otra voz: el héroe de Barrancas – 12. Dos sensibilidades para una realidad
1. Un año muy particular
El año 1959 así puede ser definido. En ese lapso de tiempo se rompió un monopolio de más de nueve décadas de gobiernos colorados. El primero de marzo de ese año en medio de una crisis económica y caos administrativo sin precedentes asumió un nuevo gobierno que tampoco daba señales de solidez, habiéndose producido días antes la ruptura de la alianza electoral entre Herrera y Nardone.
Otro hecho de significación ocurrió el 8 de abril, luego de casi 86 años de vida y siete décadas de infatigable militancia cívica, falleció Luis Alberto de Herrera, un mojón político ineludible en la historia nacional. El sepelio del viejo jefe civil del Partido Nacional se llevó a cabo bajo una lluvia pertinaz en los primeros días de lo que iba a desembocar en el objeto de este relato.
En igual día que Herrera, se eclipsaba en Estados Unidos la vida de uno de los más grandes arquitectos de la historia: Frank Lloyd Wright. En lo local, también comenzaba el fin de una época desde el punto de visto social: se comenzaba la demolición del mítico café montevideano Tupí-Nambá.
Ese año también había asistido en su primer día al triunfo de la Revolución Cubana, un hecho decisivo en la historia reciente que marcó a fuego las últimas décadas de la historia latinoamericana.
Para culminar la particularidad de ese lapso temporal se produjeron las más grandes inundaciones que sufrió el Uruguay en toda su historia. Literalmente el cielo se vino abajo.
Ello ocurrió en el mes de abril de 1959. Aquí lo veremos a nivel de nuestra tierra sin perjuicio de dar un necesario y breve resumen de lo ocurrido a nivel nacional.
2. Aquí viene la inundación
Las lluvias habían comenzado unos días atrás en el norte del país, exactamente el 3 de abril de 1959. El 10 de abril la población de Montevideo, tomaba conocimiento de la situación que se vivía en Artigas. Allí el río Cuareim se hallaba fuera de cauce y lo mismo sucedía en Tacuarembó, donde las aguas ya cubrían los barrios aledaños de la ciudad. También se hacían sentir los efectos en Durazno y Trinidad y el histórico arroyo “Cordobés” estaba desbordado.
La gravedad de la situación comenzaba a insinuarse: había un desa-
parecido y los transportes con la capital estaban cortados. “El País” de ese día ya la mencionaba como “la crecida más grande de los últimos años”.
El volumen de agua caído en el norte era enorme y la inundación crecía a pasos agigantados. El 11 de abril el agua cubría gran parte de la ciudad de Artigas. Parecía una maldición, ese departamento salía de 2 años de sequía. Ahora había 4.000 personas sin hogar, los cultivos de arroz, girasol y maní estaban perdidos en su gran mayoría. Iban acumulados en 8 días en forma continua 385 mm..
En Tacuarembó los evacuados ascendían a 400 en ese día y se sumaban a la crecida Salto y Rivera. En Salto el nivel subió a 12 metros sobre el río Uruguay y no había represa para regular la crecida en ese entonces; sus zonas bajas ya estaban inundadas. Al otro día el nivel de las aguas había subido 2,45 ms. más e inundó la estación de AFE. Ya superaba a la inundación de 1941, la más grande que la memoria recordaba en esos pagos. Y todo recién estaba empezando.
La zona urbana de Rivera estaba en igual condición que Salto y sin transporte ni ferroviario ni carretero. El aislamiento alcanzaba al día siguiente a Tranqueras y Ataques.
En Bella Unión centenares de familias ante la velocidad de la crecida debieron pasar una noche sobre los techos de sus casas o encaramadas en árboles
Hasta entonces el Este se hallaba libre del flagelo, y es más – como lo veremos más adelante – formaba Comisiones de Socorros para los damnificados, sin saber que era cuestión de días que les llegara el turno. Por entonces las inundaciones se circunscribían a Artigas, Salto, Paysandú, Tacuarembó, Durazno, Trinidad y Mercedes.
El 13 de abril la situación era de calamidad. El diputado nacionalista por Artigas, Ariel de la Sierra, declaraba que existían 900 mayores y 1600 niños sin hogar y que el peligro sanitario comenzaba a cernirse sobre la población ante la continuidad de las lluvias.
La furia de las aguas no se detenía. En Flores el agua derrumbó el puente sobre la Ruta 3 y en Paysandú el agua subía a razón de 5 mm. por hora, su zona portuaria por entonces era inexistente, cubierta bajo un mar de agua.
Ese día el Consejo Nacional de Gobierno votó una partida de $ 400.000 para los afectados y la Cámara de Diputados bajo la presidencia de Francisco Rodríguez Camusso trató largamente el tema.
El 15 las lluvias eran generalizadas en todo el país, Rocha inclusive. La continuidad de las mismas comenzó a ejercer presión en los ríos Santa Lucía y Negro. En doce días las precipitaciones ascendían a 572 mm. acumulados, cuando lo normal del mes de abril en su totalidad históricamente ronda los 100 mm.
En Salto la circulación vehicular dentro de la ciudad fue imposible y en Paysandú la inundación tomó más de 100 manzanas. En Tacuarembó la creciente llegó al centro de la ciudad. Canelones estaba rodeada por las aguas. Florida se hallaba aislada de la capital, la crecida atravesaba la Ruta 5 sobre Paso Pache. El agua siguió Uruguay abajo y en Fray Bentos debieron evacuarse 100 familias. Melo tenía sus barrios bajos anegados y cortadas las comunicaciones con Bagé.
El gran temporal de viento y lluvia del 15 de abril hizo que la inundación se trasladara al sur del territorio. Treinta y Tres apareció en los titulares de “El País” del 15 de abril. El Olimar creció 6 metros sobre su nivel, tras tres días de lluvias copiosas e ininterrumpidas que sumaron 190 mm. El Yerbal también se desbordó. Las ferias ganaderas de la muy conocida firma “Isidro V. Eizmendi” suspendió todos sus remates en dicho departamento y hasta en José Pedro Varela en las proximidades del río Cebollatí y el arroyo Corrales.
Pero el epicentro de la crisis empezaba a dibujarse. Era en Paso de los Toros. La noche anterior llovieron 127 mm, con un total de 383 mm. desde el 1 de abril. Se tomó la medida de abrir las compuertas de la represa de Rincón del Bonete.
Como aparente contradicción comenzaron a existir problemas con el abastecimiento de agua potable al inundarse muchas de las instalaciones potabilizadoras asentadas a la vera de ríos y arroyos.
Los evacuados en todo el país superaban los 50.000, solo en Paysandú había más de 3.000 familias evacuadas, el 18 de abril se evacuaron 1.000 personas en Treinta y Tres luego de llegar a 267 mm de lluvias. En los últimos días Cerro Largo acumulaba 298 mm., Florida igual cantidad, Salto 294 mm. y San José 258 mm..
La catástrofe tomaba escala internacional. EE.UU. envió ayuda y un barco con helicópteros. Sus ecos continuaron incluso luego de finalizada; Fidel Castro de visita en Uruguay el 4 de mayo dejó en manos de Martín Recaredo Echegoyen, Presidente del Consejo Nacional de Gobierno, un cheque por U$S 20.000 para ayuda a los damnificados.
La lluvia seguía inclemente. Paso de los Toros fue evacuada el 17 y 18 de abril y el 19 se volaron los terraplenes de Rincón del Bonete ante el temor que cediera la represa. Luego de la voladura, el 20, el agua igualmente desbordó la represa y Paso de los Toros quedó bajo agua. El río Negro crecía a 2,5 ms. por hora. Las escenas eran desgarradoras. Miles y miles de personas fueron trasladadas abandonando todas sus propiedades y pertenencias. Salieron únicamente con una valija en ferrocarril con destino a Estación Chamberlain – donde se montó un campamento de campaña-, a estancias vecinas y 5.000 fueron a parar a Montevideo. El Ejército, con los generales Magnani, Seregni y Gestido a la cabeza, tuvieron un rol principalísimo en la organización y logística de la evacuación.
En medio de este caos climático generalizado se decretó por el Poder Ejecutivo las medidas prontas de seguridad y se ordenó la reducción del horario de funcionamiento de oficinas públicas y del sector privado ante la pérdida de la generación de electricidad que la represa entregaba a la red eléctrica nacional. Debemos tener en cuenta que la energía generada por tal embalse era esencial para el país y que por entonces no existía la represa de Salto Grande que sería construida en la década del ´70 del siglo pasado.
Existía una gran cantidad de gente desaparecida, se publicaban en todos los periódicos capitalinos listas de desplazados buscados por sus familias cuya ubicación era desconocida.
En la OEA se trató la situación crítica de Uruguay y el embajador uruguayo Lacarte Muró expuso sobre la situación que se vivía.
A la escasez propia de la crisis económica, se sumaron las pérdidas de cultivos y de animales, que hizo que comenzaran a escasear elementos de primera necesidad, generalizándose el agio por parte de comerciantes, que fue reprimido con severas sanciones del Estado. Enrique Erro, Ministro de Industria, herrerista en aquel entonces, encabezaba dicha lucha y se pusieron en venta por parte del Estado en forma directa un conjunto de artículos de primera necesidad.
El desespero cundía y se trataba de dar una explicación científica al fenómeno. Por parte de algunos técnicos se atribuyó la culpa a explosiones nucleares en el Polo Sur, pero se analizaron muestras de lluvia y ellas carecían de índices de radioactividad.
El 24 de abril se lanzó un Empréstito Patriótico para recibir dinero de los uruguayos con destino a los damnificados, abriéndose cuentas sin cargo en diversos bancos, como el Trasatlántico que lo publicitó a página entera en la edición del 25 de abril en el periódico “El Plata”.
“El País” el 25 de abril publicó un explícito mapa. Las lluvias en la parte más castigada del país – la cuenca del río Negro – oscilaban de 1.222 mm. en Paso Tranqueras a 2.019 mm. en arroyo El Chileno. O sea en el primer caso toda la lluvia de un año en un solo mes y el doble de la lluvia anual en igual lapso de tiempo en el segundo caso; ¡pero todo concentrado en 30 días!
A partir del 26 de abril comenzó la “normalidad”, cesaron las lluvias y las aguas lentamente comenzaron a bajar.
Se dio noticia de múltiples incautaciones realizadas a acaparadores, clausuras de comercios, multas a acopiadores y agiotistas que estaban a la orden del día especulando con la crisis nacional. Se anunció por los periódicos que las cosechas de papa y girasol estaban totalmente perdidas.
La Comisión Nacional Pro-Damnificados trabajó sus últimos días a pleno. Vendría luego la dura labor de superación de las secuelas de todos los daños dejados por el evento climático que demandaron un gran esfuerzo nacional en un momento crítico de la historia de nuestro país.
3. La solidaridad rochense
Las pésimas noticias de una inundación todavía circunscripta a Artigas llegaban a Rocha y despertaban la solidaridad en nuestro departamento.
El 13 de abril se constituyó el “Comité Ejecutivo de Ayuda a los Damnificados de la Zona Norte del País”. Así personas de diferentes actividades, provenientes de la esfera pública y privada dieron organización a una serie de esfuerzos y colectas que ya espontáneamente habían surgido en centros de estudios, medios de prensa y por particulares, decidiéndose la apertura de una cuenta en el Banco de la República y la designación de autoridades. Como Presidente fue designado Humberto Virginio y tres vicepresidentes en las personas del médico Albérico Mogni, el letrado Mario Anza Vigliola y Germán Núñez. En la Secretaría se desempeñaba el recientemente fallecido Juan San Martín Télliz, como Tesorero quién era diputado colorado por Rocha, José León Lezama; como protesorero el Jefe del Batallón el Tte. Cnel. Rodolfo Zubía y en la Secretaría de Redacción el director de la hoja “La Prensa”, Carlos J. de Castro Amorín.
Para donativos materiales (ropa de abrigo, frazadas, alimentos no perecederos, etc.) e incluso dinero se resolvió descentralizar su recepción. Los aportes fueron recibidos en los periódicos “La Prensa”, “El Este” y “La Palabra” así como Difusora Rochense, Club Social Rocha y el Batallón de Infantería No. 12.
Se hicieron colectas populares en los barrios, así se reunió en poco más de una hora $ 300 en los barrios Manuel Francisco López, Lavalleja y Pacheco. A nivel empresarial la solidaridad se desató. La Fábrica de Ladrillos, el Sanatorio Rochense, el Sindicato de Farmacias, el Aero Club, la Cooperativa Agropecuaria de Rocha, Casa Diez, el Centro Comercial, entre otros, dieron su generoso aporte. En todos los bancos y oficinas públicas los funcionarios organizaron colectas entre ellos que se volcaban a la Comisión. El Consejo Departamental, ejecutivo colegiado que gobernaba Rocha, donó $ 1000, sin saber que en el norte del departamento se estaba gestando lentamente la crisis local ni cuán necesario sería ese dinero en breve en nuestros lares.
El 17 de abril se envió desde Rocha para los damnificados a nivel nacional 183 fardos con ropas, víveres y medicamentos y más de $ 13.000.
A partir de la inhabilitación de la Represa de Rincón del Bonete, se tomaron medidas de ahorro de energía en todo el territorio y el Comando Militar Departamental a cargo del Tte. Cnel. Zubía en cumplimiento del decreto del Poder Ejecutivo que había decretado las medidas prontas de seguridad libró un comunicado con su firma disminuyendo el horario de comercios y oficinas públicas, la prohibición de encendido de carteles luminosos, exhortándose a la población en general al ahorro del consumo eléctrico.
El diputado nacionalista por Rocha, Héctor Lorenzo y Losada, presentó en el Parlamento Nacional un proyecto de empréstito por $ 25.000.000, que finalmente fue aprobado por el doble de dicho monto.
Debido a la intransitabilidad de caminos la faena en Rocha había disminuido un 50 % y escaseaba la carne. “La Palabra” en su ejemplar del 24 de abril denunciaba la imposibilidad de conseguir yerba, arroz y sal, obteniéndose azúcar “por cuentagotas”. El agio comenzó a hacer su aparición en Rocha y se solicitó que ante la escasez de alimentos de primera necesidad y las maniobras especulativas se comunicasen los ciudadanos a los efectos de su sanción al teléfono 206 del Comando Militar de Rocha.
El lunes 27 de abril se eliminaron las restricciones energéticas y se volvió al horario normal de comercios, manteniéndose las restricciones de horario en las oficinas y servicios públicos.
El 30 de abril finalizó su actividad el Comité Ejecutivo de Ayuda a los Damnificados, habiendo contribuido con la suma de $ 30.455 y centenares de bultos con colaboración en especie.
4. El lejano norte del este
En la memoria colectiva de los rochenses capitalinos las inundaciones de 1959 fueron un hecho lejano. Quizás la lógica centralista que prima en toda estructura geográfica, de la que no se halla exenta ninguna estructura burocrática ni aún en el interior del país, sumado al atroz aislamiento en que vivía el norte de nuestro departamento en aquel entonces contribuyeron a ello.
Pero lo cierto es que la inundación golpeó con fuerza al departamento de Rocha. Cebollatí, San Luis y Barrancas fueron el escenario de un drama humano generado en sí mismo por las precipitaciones pero que tuvo la virtud de exhibir frente al país las condiciones en que se vivía en zonas rurales marginadas. Centenares de evacuados, poblaciones inundadas y por sobre todo el drama social de una población rural pauperizada que gangrenaba en forma invisible a un rincón desolado de la nación.
Los rochenses capitalinos y la gran prensa montevideana llevaron así a conocimiento de la población del país – y aún a la nuestra – la trágica situación de pobreza y soledad en que vivían aquellas poblaciones en el corazón de los bañados de Rocha.
Este descubrimiento hizo saber de la existencia de héroes anónimos durante las inundaciones pero generó una polémica sobre la situación social, económica y sanitaria de esas zonas entre los medios de prensa y autoridades de salud pública a nivel nacional por un lado y el sector médico lascanense y actores locales por otro.
5. La situación en Cebollatí
El primer alerta por las abundantes precipitaciones comenzadas en los primeros días del mes llegó desde Cebollatí.
“La Palabra” en su ejemplar del 10 de abril en portada y bajo el título “Grandes pérdidas en los arrozales” se extendía refiriendo lo siguiente: “Las intensas lluvias que se han venido sucediendo durante diez días consecutivos en la zona de Cebollatí han ocasionado grandes mermas en los arrozales de aquellas inmediaciones donde las pérdidas se estiman ya en un 20 % de la producción (…) El Ejecutivo colegiado ha dispuesto enviar técnicos a la zona afectada por las grandes lluvias a estimar las pérdidas referidas”
En principio el agua en la ciudad de Rocha fue escasa. Las lluvias tanto en la capital como en el departamento se concentraron en grandes volúmenes a mediados de abril. El 15 de abril habían llovido 56 mm en la capital departamental que contrastaban con el mar de agua caído en la zona de Cebollatí, Costa de Pelotas, Rincón de la Paja, Campo Alto, San Luis y Barrancas, cerno de los por entonces casi intocados bañados rochenses.
Decimos casi intocados en tanto solamente se había realizado en 1938 un pequeño tramo de todas las obras de regulación hídrica previstas por el Ing. Florencio Martínez Bula, constituido por el Canal No. 1 que unía el arroyo Quebracho con las nacientes del Río San Luis, en la zona del paraje “Campo Alto”.
El 17 de abril en todo el departamento la lluvia se comportó parejamente, acumulando en siete días 151 mm. para la ciudad capital y cerca del doble para las nacientes de los ríos San Luis y Cebollatí.
Al día siguiente se informaba en la página 6 del diario “El País” que las pérdidas en las chacras arroceras, próximas a la cosecha por aquel entonces, eran muy fuertes. Incluso por la velocidad de crecida habían debido de ser evacuados centenares de obreros arroceros de las chacras y las aguas ocasionaron las pérdidas de miles de hectáreas de cultivo.
Cebollatí se encontraba aislada, con todo el contorno de su planta urbana inundado y con centenares de evacuados ubicados en galpones e instalaciones cercanas al centro del pueblo.
La balsa de “La Quemada” había sido arrastrada y destrozada por el temporal tal cual lo anunció “La Palabra” el 18 de abril y no había comunicación telefónica, pudiéndose recién el día 22 establecerse comunicación telegráfica. Debido al aislamiento y las necesidades de los evacuados se envió el 21 de abril un camión del ejército con 2 y ½ toneladas de víveres y medicamentos que fueron llevados parte por tierra y parte por agua y se comenzó su distribución entre la población al día siguiente.
La propia población de Cebollatí a pesar de sus penurias hizo una colecta donde reunió $ 363 para comprar leche en polvo y ropa de abrigo para niños. Se estructuró dentro de la población un destacamento militar que sentó sus bases en las instalaciones de Miracatú S.A., la empresa arrocera de Jaime Serralta Bentos.
Se temía el crecimiento del nivel de la laguna Merín, que acumulado a igual fenómeno en el río Cebollatí sería fatal, porque esa situación cambia la dinámica de las aguas; ya que en lugar de desaguar el Cebollatí en la laguna, ésta henchida, hace entrar sus aguas en el cauce del Cebollatí no permitiendo a su vez que este curso de agua elimine sus propias aguas, lanzándolas sobre las riberas del río que dan a la costa de Rocha, por diferencias de altura con la zona ribereña correspondiente al departamento de Treinta y Tres.
El aislamiento por crecientes en aquel pueblo no era algo desconocido sino parte de los ciclos anuales de las aguas, si bien la duración y volumen de ese año fueron largamente superiores a todas las inundaciones previamente conocidas. A pesar que a partir del día 22 la situación tendería a normalizarse lentamente, la altura de las aguas medidas a nivel de Paso Averías en el río Cebollatí indicaba ese día una altura de 5 ms. 78 cms. de altura sobre el nivel normal de las aguas, lo que demuestra que en el punto máximo debe de haber superado largamente los 7 metros.
Afortunadamente las lluvias menguaron y la situación no continuó agravándose; si bien el desastre productivo estaba consumado. El 23 de abril se estimaba que estaba perdida el 65 % de la cosecha de arroz, corazón de la economía de esa zona.
Habían sido dañadas además severamente las chacras de maíz y girasol. La carretera Lascano – Cebollatí quedó en pésimo estado y la caminería rural se encontraba literalmente destrozada.
Dura tarea les esperaba a todas las autoridades de ese pueblo, especialmente a las del Concejo Local que acababa de ser designado el 24 de abril en las personas de Fernando Barrios y Aureliano Acuña (UBD) Elbio Rodríguez (Herrerismo), Alfredo Melhem – el médico del pueblo entonces – y Orlando Segovia ambos electos por la lista 15 del Partido Colorado.
Los propios pobladores en días posteriores siguieron realizando colectas para ayudar a los 200 familias evacuadas y una Comisión de Damas recaudó recursos por $ 543 para volcar a la asistencia de los damnificados (“La Prensa”, 8/5/59 pag. 4)
Pero la situación más compleja se vivió en San Luis y Barrancas y a ella nos referiremos más adelante.
6. Barranca abajo
La situación del norte rochense en los medios de la capital departamental había sido marginal, apenas referida exclusivamente a las pérdidas de cultivos arroceros en la zona de Cebollatí.
Tímidamente asomó en un comunicado del Comando Militar Departamental del 20 de abril pero diciéndose que no existían problemas serios. El Consejo Departamental reconoció indirectamente la aflictiva situación cuando dio cuenta de la reducción de faena en todos los mataderos del departamento con excepción de San Luis, Paso de Barrancas, 18 de Julio y Cebollatí “en atención a la situación especial creada allí por las inundaciones y en tanto no se normalicen las condiciones de vida en aquellas regiones”.
El Comando Militar en contacto con medios de prensa el día 20 relató que las crecidas del Cebollatí y el San Luis son “estacionarias y no hay porque temer contingencias mayores” (La Palabra, 21/4/959, pag. 3), demostrando un absoluto desconocimiento de la gravísima situación que se vivía desde el 18 de abril, fecha desde la cual Barrancas y San Luis se hallaban bajo agua.
En el mismo ejemplar y en igual página, dando un grueso mentís a la versión oficial, el Comité Ejecutivo Pro Ayuda a los damnificados a través de su Secretaría de Prensa y Propaganda anunciaba que “se atendieron reclamos de zonas inundadas en el departamento (San Luis, Paso de Barrancas, Cebollatí) habiendo ayer sobrevolado esos lugares un avión civil bajo control militar donde viajó el integrante del Comité Wilson Pereira Fonseca.”
Ante la creciente preocupación pública por la situación del norte departamental el Comando Militar de Rocha emitió un boletín informativo el 22 de abril: “1) Ante los rumores circulantes lanzados sin fundamentos en nuestro medio, este Comando Militar con el propósito de desvirtuarlos reitera que la situación en el departamento es de absoluta normalidad, se han establecido enlaces permanentes entre las zonas más alejadas como ser: Cebollatí, San Luis y Paso Barrancas. Aviones de reconocimiento de la Fuerza Aérea han sobrevolado diariamente toda la zona adyacente a la Laguna Merín. Un avión de reconocimiento incluso llegó a aterrizar en San Luis, imponiéndose el Piloto y el Observador personalmente de la situación y necesidades de aquella localidad. En Cebollatí y en San Luis operan destacamentos militares munidos de todos los elementos apropiados. Asimismo se ha instruido a la población y se les han dado medios para efectuar señales en código a fin de enlazarse con los aviones de reconocimiento en caso de que las lluvias continuaran y pudieran interrumpirse los contactos terrestres y los enlaces por radio. La red telefónica policial y la red de radio del mismo organismo funcionan normalmente. No obstante estas medidas de previsión se reitera que no existe ni existió en ningún momento peligro de vida. 2) En el día de ayer se llegó en lancha al establecimiento del Sr. Inocencio de Castro, constatándose que aquellos lugares son altos y que nunca llegará allí la creciente. 3) Las autoridades competentes aseguran que el estado sanitario es bueno”. Firmaba el comunicado el Tte. Cnel. Rodolfo Zubía.
Los rochenses no sabían todavía cuan diferente era la realidad en cada uno de los puntos citados. La verdad oficial distaba años luz de la verdad real.
Una vez más, el duende de las imprentas hizo de las suyas. Se publicaba al pie de ese comunicado: “Llueve torrencialmente en todo el departamento, las comunicaciones telefónicas con San Luis se han cortado, están todas las medidas tomadas para repararlas a la brevedad” (“La Palabra”, 22/4/59, pag. 1). O sea la primera falsedad del comunicado saltaba a la vista apenas unos renglones debajo de donde se afirmaba que todas las comunicaciones eran fluidas con las zonas inundadas. La realidad sobre la ausencia de riesgos en vidas o sanitarios así como de asistencia se sabría días después en medio de un escándalo nacional.
En comunicado del día anterior publicado por toda la prensa local, el mismo Comando Militar señalaba la existencia de lluvias torrenciales en todo el departamento y las comunicaciones interrumpidas únicamente entre San Luis y 18 de Julio estando todas las carreteras intransitables en el norte departamental.
El 22 de abril de Comando Militar Departamental emitió un nuevo boletín dando detalles de las polémicas zonas inundadas. Relataba que se había tenido contacto personal con San Luis y Paso Barrancas por vía terrestre usando un camión del ejército y una lancha con motor fuera de borda. Los habitantes pidieron antibióticos, ropa para niños, leche en polvo, suero fisiológico y antiofídico y artículos de primera necesidad. Se informaba que al día siguiente saldría un camión con todo lo solicitado.
Se reconocía que Barrancas estaba totalmente bajo agua en un promedio de 80 cms. de altura y que se evacuaría por lancha a una persona que se hallaba enferma. Se expresaba que la población de San Luis continuaba en sus casas, salvo la población de Barrancas que había sido evacuada y se hallaba ubicada en la Escuela de esa localidad por ser la zona más alta.
Un boletín del día 24 de abril anunciaba que, a pesar de haber llovido en todo el departamento, las aguas comenzaban a bajar en todos los cursos, a excepción de los bañados. Se anunciaba el retorno de los evacuados a sus hogares de Barrancas y San Luis, contradiciendo un comunicado anterior que decía que no había evacuados en San Luis. Se anunció para ese día la distribución de ropas y alimentos en esta última población con la ayuda de una lancha puesta a disposición por el conocido médico lascanense Eusebio Graña Amatti. Se reconoció la precariedad sanitaria de la zona expresando que “han surgido como es lógico de esperar brotes de grippe y sarampión en las zonas afectadas, las que no revisten importancias.”
7. Cuando la verdad aflora
Pasados los momentos críticos comenzaron a salir a luz diversos elementos que shockearon a la opinión pública.
“La Palabra” el día 23 de abril en su página 3 bajo el título “La situación sanitaria en San Luis” informaba: “De acuerdo a informaciones que llegan de San Luis, como consecuencia de las precarias condiciones de vida, a raíz del aislamiento en que se encuentra esa localidad cercada por las aguas, se ha desatado una epidemia de triste consecuencia, pues de cinco niños afectados, dos han muerto, siendo una de las criaturas que pagó con su vida la falta de medicamentos, la hija del Dr. de esa zona Miguel Dicancro, Premio Naya 1958.
El M.S.P. ha tomado debida cuenta de la situación creada por la falta absoluta de antibióticos. Además han reventado los pozos negros que han infectado las aguas de la zona. Se ha enviado a enfermeras y un equipo sanitario integrado por los Dres. Jorge Rodríguez Fernández, Enrique Forteza y el médico higienista Juan Abdala Márquez.
El drama del Dr. Dicancro es el drama de los médicos rurales, viven en zonas apartadas y dan todo de sí para bien de salvar la vida de sus pacientes.”
El fallecimiento de la pequeña Rosana Marisa Dicancro, hija de un médico, dejó al descubierto las carencias de la zona y las necesidades que existían. El Dr. Miguel Dicancro Inella, nacido en 1927, se había recibido en 1957 y en octubre de ese año había llegado a San Luis al Medio. Este médico tendría luego una destacada carrera profesional integrando la Organización Panamericana de la Salud, el Sindicato Médico del Uruguay siendo subsecretario del MSP en 1968 e integrante de la Cámara de Diputados en el período 2000-2005 por el Partido Colorado.
Al día siguiente bajo igual título esta hoja, bajando las revoluciones a la cuestión, lo que sería una constante a partir de esa fecha, informó que “no reviste el carácter grave que se le dio en primer momento a la situación en San Luis. Se han producido algunos casos de enfermedades que se han visto agravadas por la falta de antibióticos. Con la actuación de los equipos sanitarios enviados y las medicinas se ha conseguido que todo vaya volviendo lentamente a la normalidad. Nos alegramos que así sea porque se llegó, hasta como posible, (manejar) una evacuación de niños de corta edad”.
Esta contradicción en dos ejemplares no aclara cual fue la fuente de ambas notas por lo que queda una nebulosa al respecto, en todo lo que fue en esos días una ida y venida de noticias en sentidos contrapuestos.
En el ejemplar del 30 de abril se insiste: “De acuerdo a la información del médico higienista del M.S.P., Dr. Abdala, la situación en San Luis y Paso Barrancas es completamente normal y no hay signos de epidemia actualmente. Ya han regresado a la capital los médicos y enfermeros que formaron el grupo sanitario enviado por el ministerio respectivo.”
Los informes que harían estos médicos capitalinos, más un malestar de los pobladores de la zona, desatarían en días siguientes la polémica.
Pero el Comando Militar Departamental, a cargo de Zubía, retornó a la palestra con un largo boletín el 30 de abril destinado a contestar todas las acusaciones que flotaban en el ambiente. Así expresaba que “ante noticias alarmistas y sensacionalistas que circulan en el ambiente” referidas a las zonas afectadas expresó que estas jamás estuvieron “ni aisladas, ni desatendidas, ni sufrieron epidemias”. Señaló que todas las zonas estuvieron “en enlace” con el Comando Departamental pues salvo “breves interrupciones” las trasmisiones por hilo y radio “funcionaron perfectamente”. Se manifestaba que a partir del 19 se estableció contacto terrestre, con lanchas y camiones del Ejército y que “en San Luis llegaron a descender dos aviones, uno el 20 y otro el 27”. Se refirió que aún cuando los Dres. Melhem (Cebollatí) y Dicancro (San Luis) dijeron no necesitar medicamentos “pues era normal el desarrollo de la vida en los mencionados lugares”, le fueron enviados por su solicitud sueros, estreptomicina y penicilina. Se relacionó que a través de Lascano se enviaron a las zonas inundadas 2.700 kgs. de arroz; ropa y víveres en camiones, leche en polvo por las Misiones Socio-Pedagógicas, y se les dejó a la poblaciones paineles de señales para advertir de sus necesidades a los aviones en sobrevuelo, expresando además que desde la Base Naval Cap. Curbelo se desarrollaron permanentes vuelos de observación.
8. La piedra de la discordia
El desencadenante final de la fuerte polémica que siguió luego de los informes de Zubía, fueron los que hicieron los enviados del M.S.P., en forma de Comunicado Oficiales, sobre la zona, su miseria, aislamiento y carencias asistenciales.
A ello se sumaban críticas de los propios pobladores que por primera vez, dada la magnitud del desastre, podían hacer su voz pública trascendiendo al plano nacional.
Vale la pena reproducir textualmente parte del informe realizado el 5 de mayo pero que vio la luz pública en los días siguientes por diferentes medios nacionales (“El Plata”, “El País”, “El Día”). En nuestro medio tal informe no fue publicado en ningún periódico de la capital rochense y solo vio la luz pública en “El Lascanense” tiempo después de emitido, recién el 4 de julio de 1959. Su difusión en nuestra tierra vino de la mano de los medios radiales y periodísticos nacionales.
En su parte central expresaba: “Respecto a San Luis al Medio la población vive en un casi completo aislamiento, particularmente en épocas invernales. Puede llegarse vía Lascano o vía Chuy-18 de Julio. La carretera desde Lascano es aceptable, menos en su tramo próximo al río que está en muy malas condiciones. Para tener acceso al poblado deben ser utilizados los servicios de una balsa particular que cobra peaje pero que en los días en que se efectuaba este informe estaba hundida y por lo tanto fuera de servicio, debiendo utilizar un bote para el pasaje. (El puente sobre el río San Luis sería construido en 1964 por el gobierno nacionalista de esa época)
La otra vía de acceso Chuy-18 de Julio estaba completamente intransitable para todo coche automotor, inclusive para los jeeps y camiones del ejército que tampoco pudieron hacerlo. En resumen, esta población gran parte del año vive parcial o completamente aislada.
En cuanto al poblado propiamente dicho (San Luis) lo forman un núcleo de casas de hombres que trabajan en el campo; una calle central sin afirmado que en ese momento era un lodazal y que en invierno es cubierta por las aguas del río, según informan los vecinos. Existen otras calles colaterales en las mismas condiciones pero que están circundadas por casas habitación en muy precarias condiciones, construidas con paja y barro. Esos ranchos carentes de toda higiene y en tal condición ambiental y sanitaria que pueden considerarse no aptos para habitar careciendo de agua potable y eliminación de excretas, utilizando cachimbas y pozos negros con graves defectos de construcción y ubicación. En la mayoría de ellos, la eliminación se efectúa a campo libre. La alimentación es incompleta a base de fideos, lanares y leche los que pueden adquirirla; careciendo de verduras y frutas.
En cuanto al poblado denominado Barrancas, las condiciones ambientales e higiénicas son casi deplorables. En Barrancas la situación es más grave puesto que la creciente tomó 23 tranchos más la escuela y dos estancias, teniendo necesidad de desalojar a dichos moradores quienes se ubicaron en casas de familiares y amigos que se hallaban en lugares más altos durante tres días, habiendo en el momento actual regresando a sus casas, a pesar de hallarse éstas en situación deficiente debido a la gran humedad que hay en ellas.
En 45 familias que habitan esta localidad, hay 98 niños que van desde los 2 meses hasta los 14 años, los demás son adultos en una totalidad de 300 personas. Dejo constancia que faltan alimentos y abrigos.
Respecto a enfermedades existen: estado gripales, 2 hepatitis, 1 varicela y convalecientes de sarampión, existiendo una niña de 11 meses al parecer pulmonar a quien dejaron medicada los Drs. Rodríguez Fernández y Forteza, encontrándose actualmente en franca mejoría.
La eliminación de las heces se efectúa a campo libre. El agua es de cachimbas. Es zona baja e inundable durante todos los inviernos, facilitando la contaminación de las cachimbas. Todo lo cual transforma a la zona en poco salubre y en condiciones ambientales deficitarias.”
Firmaba el documento Ema Martínez de Viola, Inspectora de la Escuela de Sanidad y Servicio Social del M. S. P.. Las palabras ante tan contundente informe huelgan.
También el entonces ministro de Salud Pública Stajano, con posterioridad a la inundación, había enviado también a dos médicos representantes directos del ministro para informar sobre la situación. Dijeron los enviados, Dres. Luis Rodríguez Fernández y Enrique Forteza en su informe al ministro: “La situación en el poblado de Barrancas merece mayor consideración ya que en un total de 45 familias hay 25 desplazadas. La carencia de alimentos y medicamentos era la más importante y por las dificultades de comunicación existentes la situación no había sido completamente solucionada. Es allí mayor el riesgo de brotes epidémicos dadas las peores condiciones sanitarias. La existencia de estados gripales y la comprobación de dos casos de ictericia en adultos que expone a un brote de hepatitis epidémica”.
A este informe se sumó la actuación de una delegación gubernamental en los días posteriores a la inundación que concurrieron a hacer una análisis de situación sobre el terreno. La zona de San Luis y Barrancas fue entonces oficialmente considerada zona damnificada y así lo reflejaba “El Lascanense” (25/7/59, pag. 1). Tal declaración había sido aconsejada por la Misión Socio-económica del Ministerio de Salud Pública integrada por técnicos especializados que habían trabajado durante 15 días en un área de 340 km2 que iba desde la laguna Merín (desembocadura del río San Luis) hasta Campo Alto (nacientes de igual curso de agua) en el corazón de los bañados rochenses, finalizando su gestión el 6 de ese mes. La misma estaba a cargo de Juan García Bombau, Secretario de la Comisión Nacional Pro Damnificados, y la Nurse Sanitaria Elvira Vasconcellos, delegada especial de dicha comisión y supervisora de Asignaciones Familiares. Esta misión consideró a la zona en estudio “aguda y crónicamente damnificada” expresándose en semejantes términos a los otros informes.
En consecuencia de ello el Presidente de la Comisión Nacional, Gral. (R.) Oscar Gestido y Raúl Fontaina, Secretario Honorario de la misma, dispusieron un envío urgente de un cargamento de ropa y medicamentos que llegó el 16 de julio de 1959, valuado el mismo en $ 18.000 de la época. Para la distribución del stock se conformó una comisión de vecinos integrada por José María Corbo, Horacio Rivero, Víctor Cardoso, Luis Nieves, Rosauro Corbo y Alí García entre otros. El receptor oficial fue el Dr. Dicancro, quién hizo un discurso de agradecimiento ante tan vital ayuda.
El país abría los ojos a una situación que sus autoridades a nivel capitalino no conocían. Pero antes de las inundaciones de 1959, el novel médico llegado en 1957 a San Luis, el Dr. Miguel Dicancro, ya la había denunciado con lujo de detalles al Ministro de Salud Pública, Dr. Vicente Basagoiti, en una extensa carta el 11 de enero de 1958 (publicada en el bimensuario “San Luis”, No. 1 mayo-junio 1958, pags. 9 y 10). Allí describía no solo la realidad de Barrancas sino de San Luis, situación común al fin y al cabo: sin luz eléctrica ni agua potable, sin depuración de aguas servidas, sin teléfonos ni telégrafo, sin agencia de correos, carreteras intransitables durante buena parte del año, déficit material en cuanto a viviendas y servicios médicos, etc.
Pero no sólo a estos informes y a la palabra de los técnicos se circunscribió la discusión, además tomaron cuerpo fuertes críticas de parte de pobladores sobre la existencia de intereses médicos corporativos que evitaban el desarrollo de la asistencia pública en beneficio de los médicos lascanenses.
Tal malestar incluso fue recogido por medios nacionales (“El País”, 16 de junio de 1959, pág. 4) en un artículo bajo el sugestivo título “Visita a San Luis al Medio. Aislada por la geografía y olvidada por los hombres”. En su inicio mismo indicaba: “Encontramos una evidente disconformidad, lindante con la indignación, ante las afirmaciones de los médicos de Lascano, (se había conocido en forma previa la nota que nos referiremos en el capítulo siguiente) cuando nos dicen: hemos llegado a la conclusión de que al cuerpo médico de Lascano no le conviene que haya uno en San Luis, porque de esa manera dependemos totalmente de ellos y de su Sanatorio.” Se ponía el acento en un médico en especial: “El malestar se canaliza fundamentalmente con el Dr. Fonseca que, según ellos, reclamó la adhesión del pueblo de San Luis para ser Intendente y luego se olvidó de él.”
En igual nota se recogía la opinión de vecinos sobre el enclaustramiento de la zona de Barrancas. Luis Olivera Bender reclamaba la construcción un buen camino que la uniera con San Luis, unos 15 kms., y reclamaba la realización del Canal No. 2 del proyecto del Agr. Martínez Bula – el que recién sería realizado en 1980 por la dictadura militar – ya que “permitiría librar de las aguas 64.000 hectáreas, hasta ahora improductivas, y los riesgos humanos que las crecientes importan”.
El artículo finalizaba diciendo: “Hemos tratado de situar en sus verdaderos términos su realidad sanitaria, insólitamente negada por los médicos de Lascano, mediante informes técnicos oficiales, insospechables, y también por lo que surge de nuestra propia visión de la zona.”. Veremos a continuación el contenido de la nota que se refiere este texto y que fue parte de la encendida polémica que se vivió.
Sin duda todo esto pintaba una situación muy dura en el Uruguay rural profundo abandonado de la mano humana y divina. Como lo definía “Marcha” de Quijano: “uno de los lugares más inhóspitos del país”.
9. La reacción
La respuesta médica no se hizo esperar. El 24 de mayo de 1959 los Dres. Roberto Introini Carabelli, Eusebio Graña Amatti, Nicolás Corbo, Víctor Galcerán Fonseca y Javier Kiss Fernández Bordes enviaron un remitido de prensa al diario “El Plata”. La extensa carta fue publicada y luego repicada por los medios rochenses en los días siguientes. “La Palabra” publicó del 25 al 27 de mayo en tres partes la larga nota de los médicos de Lascano sin comentario alguno. “La Prensa” del 25 de mayo dio cuenta del remitido de los galenos, sin publicarla, y agregó como comentario su director De Castro Amorín: “Sus valiosas manifestaciones no hacen sino confirmar lo que La Prensa y personalmente hemos expresado: que en el asunto de San Luis ha existido mucha exageración y sensacionalismo inoportuno y perjudicial.” En igual posición militaron en el transcurrir de los días “La Palabra” y “El Este”.
Pero veamos lo sustancial de la extensa misiva. Se abre la nota con la razón de la misma: “Frente a los comentarios radiales y periodísticos recientes sobre la situación pasada y presente de San Luis que no reflejan ni por asomo, el reflejo fiel de la verdad, se ve en la obligación de salir del mutismo expectante que habíamos guardado hasta el momento.”
Comenzaban diciendo que San Luis no había estado abandonada de asistencia médica ni sanitaria a pesar de la situación de las vías de comunicación, diciendo que los médicos asistían “ante cada llamado y a domicilio o disponiendo su traslado a Lascano para mejor confort y recursos.”
Iniciaban un racconto histórico recordando el trabajo militante de los Dres. Egger, Abba e Introini hacía 40 años, señalando que el último había realizado ya en 1922 viajes en avión a esas zonas para su atención.
Manifestaban que San Luis había tenido médico radicado casi en forma permanente. Primero estuvo Marzol de 1937 a 1940, luego Carlos Castro Demichelli instalándose la primera farmacia a cargo de Lucas Silva, visitando esa localidad el odontólogo Dr. Ignacio Garaza. De abril de 1940 hasta julio de 1950 estuvo radicado en aquel pueblo el Dr. Victor G. Fonseca (posteriormente sería Intendente de Rocha por el Partido Colorado) e inaugurándose en ese lapso por iniciativa del nacionalista, entonces diputado, Javier Barrios Amorín la policlínica pública que funcionaba en el propio domicilio del Dr. Fonseca quién “la atendía gratuitamente”. De 1950 a 1953 estuvo radicado Abraham Genís y el Dr. Fonseca continuó yendo dos veces por semana.
Omitían decir que San Luis hasta la llegada de Dicancro, o sea desde que se retiró Genís hasta octubre de 1957 habían estado sin asistencia médica radicada en el pueblo -ni pública y gratuita ni privada y onerosa- como lo expresara al margen de esta conflictiva y en forma previa el mismo Dicancro en su informe ya citado al M.S.P. a poco de asumir el cargo (11/1/58).
Tampoco existía policlínica pública en sí cuando arribó el Dr. Dicancro se obtuvo un local proporcionado gratuitamente por José María García que hacía las veces de elemental servicio de emergencias y consultas y respecto de la cual el este médico propuso realizar diversas mejoras para poder realizar cirugías menores e internaciones básicas, además de consultas y curaciones elementales.
Digresión aparte, la nota continuaba. Se rechazaba por parte de los facultativos lascanenses el aislamiento refiriendo a la existencia de tres líneas de ómnibus (dos de la Empresa González y una de Gabito Barrios), agregando “solo un torpe pero bien explotado sensacionalismo, pudo presentar a San Luis como una isla privada de todo recurso y como lugar donde la gente moría sin los auxilios de la ciencia. Sólo una tergiversación de los hechos puede llevar a la opinión pública la noción de que allí no se conocían sueros ni vacunas (…) Es así que en la zona no hay difteria ni tifoidea desde hace años y solo excepcionalmente algún caso de tétanos. “
Respecto a la situación vivida en las inundaciones manifiestan: “Ese sensacionalismo ha colmado la medida cuando se ha informado sobre la situación de San Luis y Barrancas durante las recientes inundaciones. Irresponsablemente se ha pretendido sembrar alarma angustiosa sobre la suerte de este lugar y sus moradores, afirmando la existencia de una epidemia de origen desconocido que amenazaba a los niños de la población (…) Se ha pretendido aumentar la angustia con noticias inexactas y sensacionalistas cuando la población estaba perfectamente atendida por el Regimiento de Infantería destacado en Rocha” haciendo alusión a la veracidad del comunicado de fecha 4 de mayo librado por esa unidad y referido previamente.
Criticaban al M.S.P. por el envío de misiones sanitarias – “más necesarias en otros lugares” dicen – y que debieran haberse remitido a la opinión del Dr. Dicancro.
Cerrando su carta bregaban porque una vez conocido el contenido de esta misiva se formule un juicio serio y una información veraz.
10. Trabajo y tragedia
El Dr. Miguel Dicancro se recibió en junio de 1957 y en octubre de ese año ya estaba en San Luis al Medio, donde vivió y ejerció hasta principios de 1960 en que se fue becado para la Universidad de Chile.
Hoy, con sus 85 años, vive en Montevideo, en el Parque Batlle, y rememoró para nosotros sus primeros pasos profesionales. Es así que nos expresó la profunda vocación médica que lo imbuía y su disposición a iniciar su carrera laboral y profesional en cualquier parte del país. A poco que le fuera entregado su título se presentó a las autoridades del M.S.P. y preguntó donde había un cargo disponible que allí quería ir. Le dijeron “San Luis al Medio”, lugar que era para él desconocido.
Viajó a conocer su destino en ómnibus hasta 18 de Julio y luego lo llevaron en un camión hasta el poblado. “Era un lugar que no invitaba a quedarse” recuerda Dicancro. Una única calle central de tierra afirmada en dirección a Barrancas con múltiples comercios a ambos lados, escasísimas calles laterales, no tenía plaza y sobraban las viviendas precarias; era el marco de lo que había. Lo más impresionante en su recuerdo para la pobreza material del entorno era el Club Social, una muy buena construcción y bien mantenida. San Luis más que un pueblo, era en aquella época una suerte de centro de abastecimiento de una importante zona rural circundante y ello era la razón de la existencia de muchos almacenes de ramos generales: Felipe Caticha, José María García, Silveira y Cía, Juan Pérez, etc.
Se mostró desde el inicio, un hiperactivo gestor, obtuvo para policlínica una vivienda proporcionada a tales efectos por el comerciante José María García y allí empezaron las consultas que no sólo se circunscribían a esperar a la gente en ese lugar, sino que periódicamente se hacía correr la voz que se atendía en determinada casa en campaña y allí asistía gente del vecindario. Sus permanentes compañeros en tales salidas, y con quienes trabó fuerte amistad en el período, fueron Duvinoso del Puerto Pérez (“Pindingo”) y el comerciante Felipe Caticha.
Su impetuosidad y juventud le hicieron sensible a las inequidades que se vivían y elevó un detallado informe a poco de llegar con la calamitosa situación que se vivía en todo el entorno como ya lo referimos. Pero no quedó en la denuncia sino que organizó una Comisión Pro Apoyo a la Policlínica con diversos conocidos vecinos de la zona y se comenzaron a dar carnés de asistencia gratuita a personas necesitadas que pasaban por el filtro de otra comisión de vecinos conocedores de los pobladores para evitar abusos.
La carencia de medicamentos era crónica y consiguió que una persona de Montevideo se instalara allí con una pequeña y modesta farmacia.
Por su carácter, frontal y belicoso, y su pluma afilada se ganó enemigos. Atacó duramente a Gilberto Atanasio Santurio quién, con autorización municipal, cobraba peajes para el tránsito sobre el puente de madera en el Paso “El Sauce” del arroyo Sarandí, cuyo mantenimiento tenía a su cargo pero que se encontraba en estado calamitoso. Cobraba aún cuando se pudiera pasar por debajo, sin usar el puente, en épocas de seca o de escaso caudal y no se exoneraba de tal pago ni al médico de salud pública cuando iba a recorrer sus enfermos y ello causó la cólera de Dicancro que lo denunció en el periódico que publicaba (“San Luis”). Igual confrontación tuvo con Juan José Cardoso, por entonces balsero del río San Luis por idénticos motivos, denunciándolo en su momento por el pasaje de un contrabando de cueros que terminó con ellos y el camión que los transportaba en el fondo del río. Dicha balsa no tenía servicio nocturno y Dicancro en el bimensuario “San Luis” ya citado, pag. 4, refería que si no creaba tal servicio “la dirección de esta publicación le asegura formalmente que no terminará este año con la balsa en su poder”
Se enfrentó duramente con la empresa de ómnibus “González Hnos.” – uno de ellos padre de Julio Víctor, el integrante de “Los Zucará” – por lo que entendía el abusivo precio de los boletos que “valían el doble que ONDA en ómnibuses muy malos”.
Confrontó también con el Dr. Vogler de Lascano, manifestando que el odontólogo realizaba extracciones innecesarias. “Viene a San Luis un dentista de Lascano un rato por semana y no todas, (…) casi no realiza reparaciones dentarias y se dedica casi exclusivamente a sacar muelas y dientes que es mucho más remunerativo y rápido, dejando a toda la población desdentada” (“San Luis”, pag. 5 junio-julio 1958)
Los máximos enfrentamientos – hasta el suceso con los médicos de Lascano – los tuvo con el político nacionalista y dos veces diputado por Rocha, Antonio Gabito Barrios, quién había promovido la proclamación por ley de San Luis como “Pueblo”, habiendo sido ello aprobado en el parlamento. El médico lo catalogó como una sinrazón inspirada por motivos políticos ya que el poblado no cubría ninguno de los requisitos para ser designado como tal: no tenía siquiera delineada una planta urbana, carecía de bancos, oficinas públicas, correos, servicios de luz y agua, etc.
Pero al margen de su veta confrontativa fue un prolífico gestor de iniciativas en beneficio de la población y ello le hizo ser distinguido con el premio “Pedro Naya” y la medalla de oro del M.S.P. destinado a “médicos que se hubieren distinguido en la República, por actos humanitarios y científicos, dignos de mención” que le fue concedido el 28 de diciembre de 1958.
Al no existir espacios públicos gestionó y obtuvo del productor Fernando Olivera Bender la donación de una manzana que ocupa hoy la plaza de San Luis. Ante la carencia de agua potable logró a través de las Misiones Socio Pedagógicas que se realizaran dos perforaciones, una en la plaza ya referida y otra en la Escuela No. 17, ambas libradas al uso público. Gestionó la obtención de instrumental médico y la realización de una policlínica para la localidad con dos habitaciones para internación y atención. Realizó en 1958 una filmación completa que conserva en su poder, la que fue exhibida en el Club Social de San Luis y en el Sindicato Médico del Uruguay donde se tomaban imágenes al pueblo, su entorno y paisajes así como a la situación humana y económica que había denunciado en su nota al M.S.P. A través de su publicación “San Luis” demostró ser un muy buen difusor de su trabajo, demostrando sin duda la fuerte veta política que además de lo profesional marcó su vida.
Estas denuncias sobre las condiciones de la zona fueron generando tensiones con el cuerpo médico de Lascano que estallaron en las inundaciones de 1959 y que resumimos más arriba. Dicancro recuerda que cuando llegó no había médico radicado desde hacía tiempo atrás y detalla: “cuando fui yo se terminó la posibilidad de cobrar por la asistencia y la consulta como se hacía antes, yo era funcionario público y me pagaba el Estado, no cobraba a los particulares; mientras que los médicos que venían desde Lascano cobraban sus consultas a buen precio de aquella época”.
Publicaba en su bimensuario en una sección llamada “Sabía Ud….” lo siguiente: “Que finalmente, lo que necesita San Luis y todo pueblo subdesarrollado, es la radicación de profesionales que actúen como universitarios y no como mercachifles, vendiendo su profesión por los pueblos” (“San Luis, pag. 5 junio-julio 1958). Estos eran los aderezos previos que abonaron la eclosión posterior. Luego de las inundaciones la polémica fue muy dura por medios radiales y escritos según su recuerdo.
Respecto de esta confrontación nos relataba el compañero de nuestra publicación Víctor Velázquez que por relatos familiares la enemistad entre el Dr. Dicancro y los galenos del norte del departamento se mantuvo durante años y que en una oportunidad en un acto oficial cuando Dicancro era entonces Subsecretario del M.S.P. durante el gobierno de Pacheco Areco, el Dr. Graña Amatti salteó el saludo del funcionario público.
Por sobre todo recuerda con dolor y emoción la muerte de su pequeña hija Marisa, concebida y nacida en nuestro suelo. “Fue en plena inundación, de una neumonía y no tenía antibióticos para combatirla”. No solo fue su hija, sino que por igual razón falleció otro niño más. El aislamiento era total por esa fecha. Pudo a través de un bote – la balsa no funcionaba – atravesar el cuerpo sin vida a través del río San Luis con su esposa. Un vehículo los esperaba del otro lado y fueron transportados hasta Lascano y luego a Montevideo, donde dieron sepultura a la niña. Como paradoja del destino ello permitió que al día siguiente retornara a San Luis trayendo un fuerte contingente de antibióticos y otros medicamentos que fueron distribuidos entre la población y evitaron nuevos insucesos.
Basta imaginar en qué situación de desvalidez se encontraban todos los habitantes de la región si esto le ocurrió a un profesional con conocimientos científicos y con un hipotético hándicap a su favor para acceder a medicinas. Su drama personal fue sin dudas el duro aval a la certeza de la situación general de pobreza denunciada.
Sin mengua para su dolor afortunadamente la vida le dio 7 hijos más.
11 – Otra voz: el héroe de Barrancas
Puede parecer exagerado – él lo siente así ya que no cree haber hecho nada extraordinario – pero así lo catalogó la prensa y la radio en su época.
Hablamos de Firmiano Adrovando Pereyra Correa, un paisano del norte rochense, nacido en las cercanías de Cebollatí el 15 de diciembre de 1928, anotado como nacido en el Brasil, y que hoy vive en Rocha a sus casi 83 años en la Avenida Monterroso casi Ituzaingó.
Pereyra Correa si bien nacido en las cercanías de Cebollatí, estuvo en funciones hasta poco tiempo antes de los hechos narrados en San Luis y 18 de Julio. O sea, no desconocía la mecánica propia de las inundaciones en la zona. Fue enviado a Barrancas en setiembre de 1958 y hacía escasos meses que se encontraba allí cuando se disparó la inundación. La sorpresa la constituyó su dimensión y velocidad.
El destacamento de Policía de Barrancas no era más que un rancho, con su techumbre de paja semi desquinchada y en condiciones de inhabitabilidad. La maestra Sara Adameno Pimienta y él, con la respectiva escuela y puesto policial, eran la única demostración que existía el Estado uruguayo en aquel lejano paraje de unos 300 habitantes. La civilización allí era una quimera; no había agua potable, luz eléctrica ni teléfono (salvo el policial). Salvo tres o cuatro casas – casi todas comercios – que eran de material, el resto era un rancherío de paja y barro. El cerno del poblado lo conformaban 23 ranchos sin perjuicio de que en los alrededores existían muchos más.
Como había ido con su joven esposa, Wilma Cabrera Acosta, y un hijo de apenas un año y poco llamado Miguel, al ser inhabitable el destacamento, le fue entregado por el vecino Julio Cabrera Méndez una casa en una pequeña chacra a metros del local policial. A pesar de su calamitosa situación, el puesto policial tenía un adelanto tecnológico único en la zona: teléfono; de los viejos a magneto, el que lo trasladó a su nuevo domicilio. Aunque tampoco eran garantía de comunicación como luego se demostraría.
Llovía desde hacía días y Pereyra oteaba el río y veía que crecía, pero nada alarmante. El 15 se produjo un diluvio y siguió lloviendo en los días siguientes. El 18 amaneció con mucho sol y sin lluvia. Un vecino se acercó y le preguntó si se iba a quedar en la casa porque la inundación se venía en cuestión de un rato. Pereyra no lo creyó, fue hasta el río y no observó nada anormal en su crecida. Al poco rato sintió el agua “dándose vuelta!” – según sus propias expresiones – que no venía desde el río sino desde el campo hacía el río y lo hacía a gran velocidad. En cuestión de minutos su casa quedó con 80 cms. de agua ante su perplejidad. No tuvo tiempo más que para poner algunas cosas sobre el techo y en unos improvisados andamios con tablones y muebles.
Todo el poblado en cuestión de un breve lapso quedó inundado, con una altura de 30 cms. a 1.50 ms. según los lugares y solamente la escuela y la casa y galpones del casco del establecimiento de Marcolino Olivera quedaron al margen del agua.
Hacia los galpones del segundo y las instalaciones de la primera migraron momentáneamente un conjunto de pobladores y niños. Mucha gente acostumbrada a vivir de inundación en inundación se negó a autoevacuarse quedándose en pequeños espacios “secos” de las fincas o sus alrededores. Esto duró casi una semana hasta que el agua comenzó a bajar lentamente para quedar luego todo transformado en un gigantesco lodazal y las casas pletóricas de humedad. La balsa de Ambrosio Viojo había quedado en principio fuera de servicio y se perdió la línea telefónica por lo que la incomunicación fue prácticamente total.
En este lapso Pe-reyra fue el enlace y ayuda de toda la población. Sin prácticamente dormir más que unas horas a diario, a caballo donde podía o en bote en otras partes, recorría todos los ranchos. Incansablemente recibía billetes y pedidos de pobladores para traerles surtidos, lo que se hizo imposible poco a poco ante el desabastecimiento. Debido a la falta de carne los productores Julio Cabrera Méndez, Rosauro Corbo y Marcolino Olivera proporcionaron carne para la población sin límite alguno, la que se faenaba precariamente volteándose animales en cualquier parte en que se podía encontrar alguno y luego era trozado a sierra y repartido por Adrovando Pereyra en su bote. La leche distribuida era de las lecheras que tenía Pereyra para su hijo en el destacamento y de otros vecinos, que generosamente se repartía entre la abundante población infantil de la zona. Apareció la gripe y el sarampión y se carecía absolutamente de remedios. Se hizo galleta y pan casero hasta que se acabó la harina. Días después precariamente reparó también la línea telefónica.
Los ofidios, especialmente cruceras, se volvieron un gran problema, aparecían por todos lados, en techos, árboles, camas, etc., pero no hubo que lamentar lesionados por esta razón.
Pereyra recuerda escasa ayuda externa y pública durante todos esos difíciles días en que la población se las arregló como pudo. No llegaron allí ni camiones del ejército ni lanchas. Simplemente un vuelo de avión que desde el aire arrojó unos tubos con papeles de colores conteniendo instrucciones de mostrar extendidos al cielo aquellos papeles donde cada color significaba la carencia de algo. El pidió medicamentos y comida. Un par de días después le sería arrojado desde el aire, en el establecimiento de Olivera Bender, un paquete conteniendo los insumos solicitados. Y solo eso. A poco de pasada la inundación apareció por el río el Dr. Dicancro – por tierra se mantenía cortado el camino – trayendo medicamentos y leche en polvo.
Contrasta esta versión directa de un habitante de las zonas más aisladas con lo afirmado por el Tte. Cnel. Zubía en sus largos comunicados. Allí solo estuvo el agente Firmiano Adrovando Pereyra Correa a lo largo de todos esos aciagos días, recorriendo kilómetros y kilómetros a diario dentro del agua y socorriendo a todo desvalido que lo necesitó. Se acostaba pasada la medianoche y su día comenzaba a las cinco de la mañana, durmiendo con el caballo atado a la entrada de su casa ante cualquier emergencia. Logró reflotar la balsa de Viojo y volverla a poner operativa. Su recuerdo de la calidad de vida – señala la gran cantidad de analfabetos que había en la zona -, más allá del habituamiento que tuvieran los pobladores a ella, coincide con la visión de los informes ministeriales.
Finalizada la inundación su actitud le mereció el reconocimiento público de la Jefatura de Policía de Rocha, de sus camaradas de otras partes del país y fue objeto de entrevistas en los periódicos de circulación nacional como “El País” y el “El Día” (tituló este último la nota “Ejemplo de Policía y de hombre: Firmiano A. Pereyra salvó a Barrancas” el 9 de julio de 1959).
“El País” (16/6/59, página 4) publicó a su respecto una crónica: “De regreso con Alcides Puerto y ´Pindingo´ (se refiere a Duvinoso del Puerto, quien por entonces tenía un puente construido por él sobre el arroyo Isla Negra en el que cobraba peaje, luego fue balsero en el río San Luis, cuyo puente lleva hoy su nombre) encontramos a Firmiano Androvando Pereira, única autoridad en el lugar, montado con toda su prestancia de gaucho sobre el caballo. Este hombre se ha ganado el reconocimiento unánime de San Luis y Barrancas por la heroica tarea cumplida durante las inundaciones. Noche y día se movió sin descanso y con riesgos, ayudando a la gente cuyos ranchos habían sido copados por las aguas. No solamente los ponía a salvo, sino que luego les procuraba alimentos, ropas y medicamentos. Sin excederse nunca en su autoridad, procedió siempre con espíritu de justicia y de solidaridad, sacrificando su descanso y arriesgando a veces su vida, para cumplir con su deber hacia la colectividad en peligro. Fuerte y campechano, derrochando nobleza a través de su cara redonda y saludable, resta importancia a sus actos y nos cuenta con su vozarrón acorde con su físico, algunos detalles de las jornadas vividas“.
Los pobladores de Paso Barrancas enviaron una nota exaltando el ejercicio de su función al Ministerio del Interior y pidiendo un ascenso para él. Pero la contracara de su actitud era la ausencia de asistencia que se vivió en esos días y la del aislamiento y pobreza que abofetearon a una opinión pública que desconocía como se vivía por aquellas zonas.
Es este un merecido recuerdo a un buen ciudadano y mejor funcionario público que en su momento y lugar brindó todo lo que estaba a su disposición para ayudar a sus semejantes en desgracia. Son ejemplos que una sociedad no debe de olvidar y sí imitar.
12. Dos sensibilidades para una realidad
Las inundaciones en Rocha en ese 1959 no revistieron la gravedad que tuvieron en otras zonas del Uruguay; pero no por ello dejaron de ser muy graves. Si bien las crecidas se produjeron en zonas habituadas a las inundaciones, ellas fueron excepcionales y solo comparables a la sufrida en 1986.
Las inundaciones por sobre todo sacaron a luz un drama humano; el del Uruguay rural profundo con todas las inequidades de aquel tiempo donde se sumaban todas las ausencias posibles: de comunicaciones en sus más variadas formas (caminos, teléfonos, correos, telégrafos, etc.), sanitarias (centros asistenciales, médicos y medicamentos), pobreza material en los minifundios y pequeñas propiedades características de esa zona traducida en una paupérrima calidad de vida en las entonces numerosas familias que vivían en condiciones de rancheríos.
Para la opinión pública montevideana fue un golpe y las autoridades reaccionaron fuertemente ante el fenómeno. Los rochenses en general lo vimos como algo exagerado y sensacionalista, incluidos sus medios de prensa pertenecientes a lo más selecto culturalmente de nuestra sociedad.
La diferencia de percepción tiene su fundamento. Para los capitalinos viviendo en otro entorno totalmente diferente aquello era desdoroso, más medido desde los estándares actuales. El fenómeno no estaba tan lejos de nosotros los rochenses; ni la población en general se hallaba tan ajena a aquellos modos de vida primitivos, básicamente en el interior del departamento donde el contacto fluido entre campo y ciudad hacía que aquello fuera cotidiano y se anestesiaran los sentidos y los reflejos no actuaran ante tales situaciones percibidas como integrantes de una cotidianeidad. No era esa realidad muy diferente de la que vivían en ese entonces otras zonas rurales del país; pero tal consideración no funge de excusa para lo que aquí se vivía,
Un artículo del diario “El País” que hemos citado en varias partes llegaba a una resumida y exacta conclusión y lo volcamos a uds. porque la compartimos: “Sólo el acostumbramiento, la lenta succión del hombre por el medio, puede explicar la ceguera hacia una realidad que con su sola presencia está gritando su drama”.
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