AMADEO MOLINA FAGET
Aquel 1 de agosto de 1981 Rocha era una fiesta. Delegaciones de todos los pagos del solar “donde nace el sol de la Patria” habían convergido en la ciudad capital, sede de los festejos centrales del Centenario de la entrada en vigencia de la ley que creó el departamento, segregándolo de Maldonado.
El momento político que vivía el país era muy especial. La dictadura cívico-militar instaurada el 27 de junio de 1973, venía de sufrir un fuerte e inesperado revés, cuando el 30 de noviembre del año anterior la mayoría del pueblo dijo NO a un proyecto de reforma constitucional que, en buen romance, pretendía legalizarla.
El día anterior a aquel de la gran fiesta de los rochenses, en una interna militar por demás agitada, Gregorio Álvarez había impuesto, por estrecho margen, su candidatura presidencial frente a la de Abdón Raimúndez, hombre muy cercano a la zona, responsable directo de la construcción de la Represa de India Muerta. Aunque se pretendiera disimularlo, el clima era, pues, de tensión.
Así las cosas (aún cuando por la censura mucha gente no conociera a ciencia cierta lo que estaba pasando), en el marco de los actos previstos para el día de nuestro primer siglo como departamento, próximo al mediodía, se desarrolló una sesión solemne de la entonces Junta de Vecinos, presidida por Juan Pedro Rigamonti. El único orador, invitado a propuesta del propio Rigamontti, fue el doctor Amadeo Molina Faget, políticamente en las antípodas de los gobernantes de facto.
Rigamonti lo presentó como “el más antiguo profesor de historia de nuestro liceo, un enamorado de la asignatura y un permanente investigador de nuestro pasado”. Y el doctor Molina Faget dio una clase magistral de historia, pero antes dejó un contundente mensaje político, de innegable actualidad para los tiempos que corrían.
Vale la pena repasar el aleccionador documento.
Víctor Velázquez
“Autoridades nacionales y departamentales.
Señoras y señores.
Queridos estudiantes.
El señor presidente de la Junta de Vecinos de Rocha, profesor Juan Pedro Rigamonti, solicitó mi intervención en este acto, sin que yo pueda contar con otra investidura que no sea la de ser rochense por todas las líneas del parentesco.
Descuento las críticas que él, como los demás miembros de esta Junta, habrán debido enfrentar por haberse acordado de mi persona, separada por tanta distancia en el terreno político.
Por mi lado, debo confesar que este asunto provocó en mi casa una especie de sublevación contra mi autoridad paterna, organizada por mis hijas, con fuerte apoyo masculino por las alas, la que, felizmente, mi esposa logró sofocar.
Se olvidan unos y otros que esta Junta, en el día de hoy, se ha convertido en el altar de la patria chica, donde debemos comulgar juntos los del “SI” y los del “NO”, como juntos anduvieron hace cien años los Graña y los Barrios, los colorados y los blancos, unidos por el amor al terruño.
Y se olvidan también que si algo debemos hacer los orientales en la hora presente es no aumentar las divergencias, sino abrirnos al diálogo y al acercamiento.
Demos gracias, pues, a Juan Francisco Pagola, a Eustaquio Tomé y a Manuel Aguiar, los tres diputados que el 22 de abril de 1861 presentaron el primer proyecto de ley de creación del departamento, y saludemos, con fraterno reconocimiento, a nuestros hermanos fernandinos, por la buena acogida que sus antepasados dieron a la iniciativa, colaborando por intermedio de sus hombres públicos y de su prensa para que la misma se llevara a efecto.
En la creación del departamento de Rocha correspondió una actuación de primera importancia al Dr. José Pedro Ramírez, que conjuntamente con los diputados Hermógenes López Formoso y Emilio Castellanos, presentó en la Cámara de Diputados un segundo proyecto de ley en 1874, accediendo al pedido que le formulara el vecindario de Rocha, reunido en el Teatro Progreso.
El Dr. Ramírez tomó como suya la iniciativa, defendiéndola con calor en el seno de la Comisión Legislativa y en Sala, a pesar de todo lo cual el proyecto corrió la suerte común de los demás, en aquellas Cámaras de tanto brillo y de tan poca eficacia, que pasaron a la historia con el mote de “Cámaras bizantinas”.
La sanción del Código de Procedimiento Civil, en 1878, bajo Latorre, al suprimir los Juzgados Ordinarios como el que tenía Rocha, la dejó sin Justicia; todos los expedientes fueron trasladados al Juzgado Letrado de Maldonado, donde la distancia hizo imposible su tramitación.
El problema dio impulso definitivo a la iniciativa, porque el vecindario decidió entonces tomar directamente cartas en el asunto: reunido en asamblea designó por unanimidad una comisión para llevarla a cabo.
La conmemoración del Centenario ha cumplido el milagro de que vuelvan a las calles y los hogares de Rocha, y nosotros lo hacemos desde esta Casa del Pueblo, los nombres de los integrantes de aquella Comisión; el del agrimensor Máximo Amorín y Brum, figura de primera fila en la lucha por el mejoramiento de la vida rochense, como co-fundador de la “Sociedad Porvenir”, de tanta gravitación en el pasado de Rocha; como colaborador del maestro vareliano Eugenio Ruiz Zorrilla, en el Colegio Departamental; y como integrante de la primera comisión que se preocupó por la restauración de la Fortaleza de Santa Teresa y promoción de su zona, en 1893.
Ha vuelto el nombre del activo y esforzado Martín Antuñano y de don Pío, don Víctor, don Mauricio y don Tomás Barrios, de la segunda generación criolla de Barrios, cuya sola mención trae, junto a la natural emoción de los numerosos descendientes que por suerte siguen entre nosotros, la evocación de las mejores tradiciones morales y culturales de Rocha.
También ha vuelto el nombre del secretario de aquella Comisión, el prestigioso periodista José P. Ramela; el del doctor Alfonso Cifani, de fecunda actuación profesional y social en el departamento y el de otro médico de la Comisión, el Dr. Lucio Sanz y Sancho.
Estas conmemoraciones han determinado que muchos rochenses han recordado con íntima emoción, uniendo el presente con el pasado, los nombres de los vocales: Benjamín Graña, Emiliano Gabito, Juan A. Inchausti, Juan A. López Formoso, Virgilio López, Laureano Lorenzo y Losada, coronel Julio J. Martínez, Florencio Pacheco, Juan Carlos Peyre, Vicente Piñeiro, Enrique Yarza, Miguel Zárate, Rodolfo Canstat y Eduardo N. Dieste.
Hubo mucho que viajar en aquellos tiempos de caballo y diligencia; algunos miembros estuvieron temporadas en Montevideo, hasta que al final se aprobó y promulgó la ley del 7 de julio de 1880 que concretó la vieja aspiración y produjo un verdadero estallido de júbilo en Rocha, prolongándose las fiestas por cuatro días.
Todos se dispusieron entonces a organizar su departamento y echarlo a andar. Al año siguiente se designó al primer Jefe Político y de Policía del departamento, en la persona de don Honorio Fajardo, y en noviembre de 1881 se realizan las elecciones en las que se designa al Dr. Pedro E. Bauzá como senador y como diputados a Hermógenes López Formoso y José Ladislao Terra, y para la entonces Junta Económico-Administrativa a los vecinos Vicente M. Piñeiro, que ejerció la presidencia, Víctor Barrios, Pedro Lapeyre, Laureano Lorenzo y Losada y Julio J. Martínez.
El departamento ha destinado estos días, en forma especial, a recordar el hecho de la segregación, pero más que eso ha sido un reencuentro con nuestro pasado y entiendo que esta Junta de Vecinos debe hacer propicia la oportunidad para sumarse a esa corriente y evocar a los hombres que, antes y después de 1881, dieron personalidad a nuestra comarca.
Como pionero, demos gracias al virrey Cevallos por haber rescatado para España el pleno dominio del territorio y haberlo ordenado, poniendo en un puño a indios, contrabandistas y changadores; gracias al ministro de la Real Hacienda de Maldonado Rafael Pérez del Puerto y al comandante de la Fortaleza Agustín Félix de la Rosa, por haber fundado Rocha y poblado y repartido los campos con equidad; muchas gracias al cura patriota Manuel de Amenedo Montenegro, por su obra civilizadora y sacrificada en la hora inicial, al punto que fue su capilla, centro aglutinante de los habitantes de la región y determinante casi de la ubicación de nuestra ciudad.
Recordemos al magistrado epónimo, el primer alcalde Miguel Antonio Zelayeta, y al sargento Francisco de los Santos, como símbolo del terruño de la gesta artiguista; a Leonardo Olivera y sus valientes milicianos que liberaron nuestra patria chica; al general Juan Barrios, que desde su cargo de comandante militar de Maldonado, a pesar de haber actuado en épocas de guerra, dejó una hermosa tradición de bondad y cultura, y reconozcamos que aún el tipo opuesto de militar y caudillo, como fue el coronel Bernardino Olid, bien merece ser rescatado del olvido, porque él también fue de los hacedores de Rocha y cayó en esta tierra, en la lucha por la organización.
Gracias a los que fundaron las ciudades de Lascano y Castillos; a los anónimos albañiles que con peligro de sus vidas construyeron los grandes faros de nuestras costas; y a los guapos trabajadores rurales que por esta época alambraron los campos.
Y los que vinieron después, enamorados de esta tierra, y aceleraron su progreso en todos los órdenes, proyectando la desecación de los bañados de la zona Norte, con los ingenieros Andreoni y Martínez Bula, dando comienzo a esa colosal obra que ha sido siempre gran aspiración departamental; hubo otros, cuyos nombres deben rescatarse del olvido, que introdujeron e impulsaron el cultivo del arroz.
Vaya el reconocimiento y la admiración de esta Junta, y por su intermedio de todo Rocha, a la figura de don Horacio Arredondo, por haber proyectado y dirigido la restauración de San Miguel y Santa Teresa, por haber plantado tanto árbol con tanto amor; y ya que de la Fortaleza hablamos, saludemos con íntima emoción la memoria de don César Pintos Diago, por haber recuperado debidamente el honor y la gloria del héroe del pago, el “Señor del Este”, y haberse constituido en el alma máter de la erección del monumento al coronel Leonardo Olivera.
Haya en este día una mención especial para los que articularon el departamento en el Plan Vial consagrado en el decreto-ley 10.141, de 24 de abril de 1942, ingeniero Rodríguez Lois, agrimensor Facundo Machado y senador Alfredo Vigliola, y es de justicia a esta altura que recordemos al general Baldomir, como gran amigo y propulsor de este departamento.
El temor a incurrir en olvidos y ser objeto de críticas, no nos libera de la obligación de recordar algunos nombres que dieron brillo al solar, por su actuación en los campos de la cultura y del arte.
En este sector, empecemos por recordar los nombres de dos inspectores de Instrucción Primaria, a los que tanto deben la historia y la geografía de Rocha: el de Benjamín Sierra y Sierra y el de José Henriques Figueira; el primero, como estudioso de los tratados de límites, rescató uno de los marcos del Tratado de la Permuta, y el otro hizo conocer en el exterior nuestro pasado indígena.
El muy rochense Dr. Francisco H. López hizo justicia rescatando del olvido al emisario de Artigas, sargento Francisco de los Santos; don Antero Urioste nos legó su invalorable Iconografía y Cartografía del Departamento de Rocha desde 1516 a 1945, y la Dra. Florencia Fajardo Terán estudió cumplidamente el proceso fundacional de Rocha, investigando, como nadie lo había hecho, su pasado colonial.
Nuestro querido Ribot, amando como nadie esta tierra, estampó en el Escudo Departamental, en el Himno a Castillos y en el Himno a Rocha, toda su historia y sus fuerzas telúricas.
De los universitarios, y entre muchos, empecemos por recordar los jueces rochenses que llegaron a integrar la Suprema Corte de Justicia, doctores Teófilo Piñeiro, Velarde Cerdeiras y Rivera Astigarraga; a nuestros abogados, que actuando en el Foro, en la política y en la docencia ejercieron un verdadero magisterio por sus dotes intelectuales y morales: Javier Barrios Amorín, Carlos Julio Rivero, Héctor Lorenzo y Losada y Mario Anza Vigliola; a los médicos que calaron hondo en los hogares rochenses: Mario Sobrero, Miguel Fierro Vignoli, Cosme Correa y Juan Carlos Pertusso.
No olvidemos que el rochense Constancio C. Vigil fue uno de los grandes publicistas del Río de la Plata y que guardó, en la gran Buenos Aires, la nostalgia de sus cuchillas y de sus arenales.
Perdonen los maestros que me resulte imposible establecer una mínima y rudimentaria escala de valores entre los representantes de ese meritorio sector y permítaseme recordar solamente a los primeros alfabetizadores de los pueblos recién fundados: Julia Alonso en Lascano y los esposos Juan Zubía y Juana Moya en Castillos; permítaseme recordar que Juan José Morosoli, uno de los grandes de la literatura nacional, contaba que un maestro rochense, Anastasio Bengochea, siendo director de un colegio de Minas, lo alentó en su vocación literaria, nombre de maestro que junto al de su hermano Miguel Ángel, Rocha guarda en el recuerdo.
Y también siguen presentes en el recuerdo de Rocha los nombres de Peregrina Balboa, Felicia Banat, Soledad Barrios y Leonor Fernández de Fossati.
Finalmente, pido permiso para que los alumnos de la Escuela Artigas de la década de los años treinta de esta ciudad, recuerden por mi intermedio a esa gran forjadora de caracteres, a esa verdadera reliquia del magisterio, que se llama Eva Debat.
Y para terminar, en este primero de agosto, demos gracias a Dios por habernos dado esta maravilla de tierra, que queremos ver repoblada antes que ella recoja nuestro cuerpo; gracias por esa inmensidad de agua dulce que nos ha dado, la que queremos ver domesticada a breve plazo; gracias por ese mar y por esas costas, y gracias también por esos millones de palmas que sabremos conservar.
He dicho.”
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