SUMARIO: 1. Del Rincón – 2. El origen del linaje – 3. La familia a la Revolución – 4. Y llegó 1904 – 5. El fatídico día de Masoller – 6. Suficiente sangre por la Patria

 

1. Del Rincón

Ningún rincón de Rocha puede ostentar tal grado de blanquismo como ese lugar de la cuarta sección judicial ubicado entre Aguas Dulces y Valizas. Desde hace casi dos siglos es el feudo de dos familias que son solo una. Los Olivera y los Ubal, los Ubal y los Olivera, moradores de ese lugar – donde vivieron mis abuelos paternos y mi padre hace más de medio siglo atrás – que, como no podía ser de otra manera, lleva el apellido de los más numerosos y prolíficos y se llama “Rincón de los Olivera”.

Desde esos tiempos remotos estas familias han estado en las buenas y – por sobre todo – en las malas al servicio de la divisa de sus amores. Por el Partido Nacional han dado lo mejor de sí, luchando en todas las instancias cívicas y guerreras a lo largo del tiempo e incluso han ofrendado su vida en las cuchillas de la Patria. “Ranas” o “avestruces”1 pero invariablemente blancos.

SENTADOS DE IZQUIERDA A DERECHA :1) Rogelio de los Santos, 2) Ceferino Delmond, 3) Inocencio Olivera, 4) Gabino Ubal, 5) Ernesto Olid, 6) Leonardo Olivera, 7) Isidoro Ubal;  Parados Detrás 2ª Fila: 1) Isidoro Olivera, 2) Julio Olivera, 3) Manuel Ubal, 4) Carolino Ubal, 5) Florencio Ubal, 6) Piriz;  Parados Detrás: 1) Abelardo Condesa, 2) Bernardo Ventura , 3) Desconocido, 4) Julio Sánchez.- Última Fila  Los dos desconocidos

SENTADOS DE IZQUIERDA A DERECHA :1) Rogelio de los Santos, 2) Ceferino Delmond, 3) Inocencio Olivera, 4) Gabino Ubal, 5) Ernesto Olid, 6) Leonardo Olivera, 7) Isidoro Ubal; Parados Detrás 2ª Fila: 1) Isidoro Olivera, 2) Julio Olivera, 3) Manuel Ubal, 4) Carolino Ubal, 5) Florencio Ubal, 6) Piriz; Parados Detrás: 1) Abelardo Condesa, 2) Bernardo Ventura , 3) Desconocido, 4) Julio Sánchez.- Última Fila Los dos desconocidos

2. El origen del linaje

Sus orígenes familiares se hunden en las luchas independentistas y allí aparece nada menos que el “Austricano”, el Gral. Leonardo Olivera, héroe nacional, el conquistador de la Fortaleza de Santa Teresa el 31 de diciembre de 1825. Héroe no sólo nacional sino rochense como bien lo demostrara el inolvidable Amadeo Molina Faget, quién nos enseñó que sus raíces no eran carolinas como se acostumbraba decir, sino que eran butiaseras, exactamente del “Rincón de los Olivera”.2

Un hermano suyo, Isidoro Olivera, fue el fundador del linaje guerrero de la otra rama de la familia Olivera, así nació Manuel Olivera (padre). Aquí entró en escena su vecino y compadre, fundador de la otra rama de bizarros soldados, que fue Gabino Ubal (padre). Estos dos luchadores defendieron la divisa blanca durante la “Revolución de las Lanzas” de Timoteo Aparicio (1870-1872), conjuntamente con José Olivera (padre), de lo que sería otra de las ramas de Oliveras que actuaron en las revoluciones saravistas. Se conserva aún la divisa cargada de historia que luciera Gabino Ubal (padre) en tales luchas, que dice sencilla y profundamente “EJERCYTO NACYONAL” que no significaba que se trataba de un ejército partidario; sino porque se lo entendía como el ejército de la nación, del pueblo, por contraposición al ejército de divisa que encarnaban las huestes del gobierno.

Manuel Olivera

Manuel Olivera

3. La familia a la revolución

De tales palos tales astillas. En 1897 se proclamó la revolución para la redención de las libertades conculcadas por el régimen bordista que había perpetuado y agravado aún más – si ello cabía – el régimen oprobioso del fraude electoral, la corrupción administrativa y la persecución política que se arrastraban desde hacía más de 30 años y que mantenían al Partido Nacional al margen de la cosa pública.

Por supuesto no faltaron a la cita ni los Ubal ni los Olivera, que ahora eran la savia nueva de los hijos de los viejos soldados de Timoteo. Su actuación en 1897 quedó circunscripta al territorio rochense. Fue breve pero no por ello exenta de dramatismo.

La actividad de los Ubal y Olivera en 1897 abarcó el combate del Maturrango-La Lechiguana el 24 de mayo de ese año, ocurrido en las proximidades de Castillos, y el desbande posterior hasta llegar a la frontera. En esa acción las fuerzas gubernistas al mando del minuano Cnel. “Manduca” Carabajal, mano de hierro del oficialismo en toda la zona este, propinaron una severa derrota a las fuerzas nacionalistas castillenses y maragatas comandadas por el palmareño Marcelo González y los josefinos Comandantes Pareja y Domínguez.

Gabino Ubal

Gabino Ubal

El lector se preguntará porque hablamos de fuerzas maragatas, o sea de San José, por estos lares. Se trataba entonces de un conjunto de hombres comandados en principio por el Cte. Secundino Benítez quién tenía orden de Saravia de proteger el desembarco de armamento y eventualmente de hombres provenientes de Buenos Aires que se daría en el Puerto de La Paloma. Tal empresa fracasó pero igualmente dicha fuerza militar revolucionaria atravesó el país y llegó a estos pagos. Al no poder cumplirse el encargo recibido el Cmte. Benítez pasó al lado brasileño para recibir órdenes del Comité de Guerra, y denunciado por el Cónsul uruguayo fue detenido en Santa Victoria por lo cual su tropa quedó al mando del Cmte. José Pareja y un cúmulo de vecinos castillenses al mando de Marcelo González, aproximadamente unos setenta, donde se encontraban nuestros historiados, que se plegaron a dichas fuerzas con la esperanza de unirse al grueso revolucionario.

El menor de ellos – Carolino Ubal – era un adolescente por aquel entonces de tan solo 18 años.

“Manduca” Carabajal al mando de unos trescientos hombres bien armados y municionados, casi todos de línea a excepción de una cincuentena de voluntarios colorados de Castillos, se enfrentaron a una cifra quizás similar, armados casi exclusivamente a lanza con algunas bocas de fuego, reducido a unas carabinas Remington de un solo tiro.

Iniciaron la lucha en el Maturrango y al ser imposible sostenerse en tales posiciones se transformó en retirada encabezada por los maragatos y sostenida por González y sus hombres, los únicos conocedores del terreno. Primero fue en orden para luego en la zona del Cerro de la Lechiguana terminar en un desbande dentro de bañados y esteros casi desconocidos para la mayoría de los luchadores nacionalistas.

De todas maneras la casi totalidad escapó hasta llegar a la frontera del Chuy. Manuel Olivera Pereyra, por primera vez pero no por última, brindó su sangre generosa a la causa. En la retirada fue herido en un hombro y no pudo continuar la huída y quedó junto a él, prefiriendo caer prisionero como finalmente sucedió, su hermano Leonardo Olivera. También fue tomado prisionero Inocencio Olivera, hermano de los anteriores. Una de las crónicas de época daba erróneamente como muerto en la acción a un Ubal, aunque no precisa su nombre. Gabino Ubal, por el contrario, alcanzó – por esta vez – ileso la frontera.

Otra publicación noticiaba como fallecido a Manuel Olivera pocos días después de la acción, lo que tampoco acaeció.

Quienes fueron tomados prisioneros les esperó un triste destino, común por aquellos tiempos. Se los trasladó a Montevideo donde se los integró por la fuerza a las filas gubernistas con el fin de luchar contra sus propios correligionarios, situación que deben de haber corrido los Olivera detenidos, según relata Herrera en su obra “Por la Patria”. Esto no sorprende y transformaba en algo muy usual las deserciones y los cambios de bando desde las fuerzas del gobierno hacia las revolucionarias durante ambas contiendas civiles.

Los que no fueron capturados, huyeron y al llegar a la frontera fueron desarmados en el Chuy e internados a Santa Victoria del Palmar. Se concentraron en la estancia que perteneció al Gral. Gumersindo Saravia, difunto líder federalista y hermano de Aparicio, para desde allí, en partidas, incorporarse al Escuadrón Rocha comandado por Enrique Yarza, llegando hasta Aceguá – entre otros – Marcelo González cuando el armisticio de julio.

Divisa de Gabino Ubal, todo un presagio: “Morir por mi Patria es honor”

Divisa de Gabino Ubal, todo un presagio: “Morir por mi Patria es honor”

3. Y llegó 1904

En 1904 los Olivera y los Ubal volvieron por sus fueros. Fueron nada menos que trece los que partieron del “Rincón de los Olivera” para unirse al General Saravia. Siete Olivera (Manuel, Francisco, Isidoro y Leonardo Olivera Pereyra y Julián e Isidoro Olivera Acosta) y seis Ubal (Gabino, Florencio, Manuel, Isidoro, Daniel y Carolino).

Para partir juntos acordaron encontrarse dentro de su paraje, en un monte en la zona conocida como del “Arinos”, a menos de un kilómetro de la costa, lugar donde se hallan los restos del célebre naufragio. A lo largo del día fueron cayendo todos por allí en forma aislada para no alborotar a la policía. En el aburrimiento del día Florencio Ubal grabó a cuchillo en un añoso canelón la fecha en que partieron hacia la última lucha fraticida: “19.1.1904”. Lo increíble es que dicha fecha cincelada en el árbol se conserva indemne en el interior de la isla como nos lo probara hace ya diez años con sobrada emoción un hijo de los servidores con una reciente foto en mano. No fueron estos los únicos Olivera que rumbearon a la revolución desde la zona palmareña, dijeron presente también los descendientes de José Olivera, hermano de Leonardo y primo de los trece referidos, llamados los del “Arazá” por ser el campo donde se radicaron, vecino a la “Guardia del Monte” partiendo desde allí Eleuterio y Liborio Olivera.

El grupo de los trece referidos inicialmente rumbearon hacia “La Esmeralda” donde los esperaba otro grupo de castillenses. Más tarde hicieron alto para churrasquear en la abandonada Fortaleza de Santa Teresa, semiderruida e inundada por la arena, la que ahora sería invadida por sobrinos nietos de su conquistador de 1825.

Al llegar al Chuy fueron detenidos y desarmados por las autoridades brasileñas quienes los internaron una vez más en Santa Victoria. Tal ciudad fue siempre un verdadero foco de conspiración nacionalista en ambas revoluciones, donde según cifras publicadas en la época por el periódico “La Democracia” de Rocha – y según censos que llevaban las autoridades militares brasileñas – llegaron a existir más de 1.200 compatriotas autoexiliados o exiliados y se creía que había quizás unos 300 más sin censar.

No sabemos con quienes se integraron por aquel entonces ni bajo que comando. Sí sabemos que no formaron parte del contingente dirigido por Ernesto F. Pérez, el primer grupo rochense en llegar al campamento de costas del Arroyo Zapallar en Cerro Largo y plegarse a la Revolución. Recordemos que cuando esto decimos no quiere decir que no existieran muchos otros rochenses ya incorporados a la revuelta como el propio Cnel. Yarza y contingentes de Garzón y Rocha, integrados a la División “Maldonado” de Juan José Muñoz; sino que nos referimos a representación militar del departamento de Rocha propiamente dicha.

Suponemos que arribaron a idéntico lugar días después ya integrados al grupo del Cnel. Miguel A. Pereyra3. En la revista realizada por este militar en las costas del Sarandi del Quebracho el 1 de julio de 1904, días después de Tupambaé, aparecían todos nuestros historiados integrando la 2ª. Compañía del 2º. Escuadrón del Regimiento Rocha, conformada por 60 soldados ciudadanos castillenses y pobladores de su zona de influencia, comandados por el Capitán Manuel Olivera y secundado en el mando por los tenientes Gabino Ubal, Inocencio y Leonardo Olivera.4 Como se ve la importancia militar del núcleo de “Rincón de los Olivera” no era menor.

Todos ellos participaron en la batalla más sangrienta que recuerda nuestra historia como lo es Tupambaé. Allí varios de ellos integraron con Miguel A. Pereyra el batallón de lanceros al mando del veterano Cnel. Manuel Rivas y realizaron lo que quedó registrado como la última carga a lanza seca de la historia nacional. En ese memorable momento estuvieron Leonardo, Inocencio y Manuel Olivera, sobreviviendo sanos y salvos en la instancia.5

4. El fatídico día de Masoller

La historia cambiaría poco después en Masoller. La batalla que pondría fin a la vida de Saravia el luctuoso primero de setiembre de 1904, sería también el punto final a la existencia de varios rochenses que ese día estuvieron en la primera línea de lucha.

En esos cerros pedregosos del norte dejaron su vida como valientes Manuel Olivera Pereyra y Gabino Ubal Olivera, como queriendo no abandonar a su General para que no se fuera solo a los cielos.

El primero fue víctima de un disparo que le atravesó su boca; el segundo, de un tiro que penetró en su vientre, semejante al del propio Saravia, y que lo hizo agonizar lentamente hasta que el gélido 3 de setiembre a las 4 de la madrugada se despedía del mundo de los vivos rodeado de sus hermanos y primos sobrevivientes.

Fue también herido en dicha batalla el Tte. Leonardo Olivera quién figura como tal en el Hospital de Bagé en la Revista del Regimiento Rocha suscripta el 6 de octubre de 1904 por Miguel A. Pereyra a la fecha de entrega de armas en las costas del Olimar Grande.6

Los caídos fueron enterrados sobre la línea fronteriza, cerca del almacén de ramos generales de Francisco Masoller, conjuntamente con el resto de los rochenses que cayeron ese día. El lecho de ellos fue la tierra que los vio caer, su identificación simplemente los nombres escritos en papeles metidos dentro de botellas enterradas junto a los cuerpos.

Todos los Ubal y los Olivera a excepción de los fallecidos retornaron a Rocha en octubre de 1904 acompañando a las huestes de Pereyra que retornaban luego de entregar armas en el Olimar. Al cruzar el arroyo Alférez comenzaron a desperdigarse los grupos hacia sus distintos lugares de origen.

En mayo de 1905 partió de Rocha una diligencia con parientes de los caídos en Masoller para repatriar sus restos. En ella retornaron a sus lares Gabino Ubal y Manuel Olivera para no abandonar nunca más nuestra tierra ni nuestra memoria.

Diligencia donde retornaron algunos de los caídos rochenses en Masoller (1905)

Diligencia donde retornaron algunos de los caídos rochenses en Masoller (1905)

5. Suficiente sangre por la Patria

La actividad revolucionaria de estas familias no terminó ahí. Continuó hasta 1910 cuando se produjo el abortado alzamiento encabezado por el Gral. Basilio Muñoz contra la reelección de José Batlle y Ordóñez. Nuevamente los Ubal y los Olivera salieron a las cuchillas en preparativos de lucha que finalmente quedarían en la nada. Alcanzaron a traer desde Minas varios cargamentos de armas y municiones. Algunos de ellos quedaron en la estancia de Miguel A. Pereyra en Chafalote y otros en el campo de Florencio Ubal. Este último integró con el negro Avelino Abreu, peón de su establecimiento uno de los grupos que trajeron las armas.

Al fracasar el movimiento las armas quedaron por años en campo de Florencio adonde fueron a parar inclusive las que tenía el propio Cnel. Miguel Pereyra cuando este arrendó su estancia y se mudó a Rocha en 1919.

Un buen día Clotilde Olivera de Ubal, madre y tía de todos los luchadores del ´97 y el ´04 que hemos referido, decidió que las armas no debían estar más en su casa. Sin conocimiento de nadie las tiró en un bañado de la zona, en un lugar desconocido, no habiéndose encontrado jamás las armas a pesar de diversas búsquedas realizadas a lo largo de las décadas por familiares y diversas personas.

Cuando se le preguntó el porqué de su conducta respondió sencillamente: “Ya hemos dado suficiente sangre a la patria”.

Tenía razón doña Clotilde. Hoy quienes gozamos de la democracia por la que lucharon sus familiares y murieron Gabino Ubal y Manuel Olivera les estamos eternamente agradecidos por la semilla de libertad que sembraron regándola con su propia sangre.

REFERENCIAS:

1 Mote popular con el que se conocía a los herreristas y a los blancos independientes respectivamente

2 V. Jesús Perdomo, “Leonardo Olivera, castillense como las palmeras” en RHR No. 4 págs. 165 a 178 (2011)

3 Alejo Umpiérrez, “Miguel A. Pereyra: el último caudillo” en RHR No. 2 (2009) pág. 123 a 140

4 Documento de Revista del Regimiento en poder de quién esto escribe

5 Alejo Umpiérrez “La forja de la Libertad”, págs. 53 a 58, Ediciones de la Plaza, 2ª. Ed. (2007)

6 Documento también en poder de quién esto escribe

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