SUMARIO: 1. Introducción – 2. Las loberías – 3. Los loberos – 4. La noticia del puerto – 5. Las primeras décadas del siglo XX – 6. Episodios marítimos – 7. El naufragio del vapor “Dolores” – 8. Lo que las olas arrojan a la costa – 9. Sepulturas en las dunas – 10. La presencia del Ministro de Industrias – 11. Anotaciones del Archivo – 12. Funcionarios aduaneros en el Polonio entre 1900 a 1930– 13. Vecinos del Polonio a principios del S. XX – 14. Recuerdos de loberos – 15. Reflexión
El presente trabajo está dedicado a los trabajadores genuinos del Cabo Polonio, de ayer y hoy.
Con su diversidad humana, más el temperamento forjado en la mar, islas y dunas dando forma a una postal humana y paisajística única e irrepetible.
1. Introducción
Pasa el tiempo inexorablemente, nuevas sabidurías arriban a nuestras vidas, las asimilamos, nos introducimos en ellas, más la vorágine de los tiempos modernos que cautivan y atrapan por la evolución de la tecnología y la globalización de las culturas. Otros paradigmas que conducen a nuevos caminos e inducen a soslayar y olvidar nuestros orígenes.
Por lo tanto, pasan las generaciones corriendo riesgo que la pátina del olvido no nos permita recordar de dónde venimos, los orígenes de cada sociedad y ésta es nuestra adversidad frente a la identidad, agravado por la indiferencia.
Por lo reseñado precedentemente, se recogen las historias orales de la “ciencia” llamada memoria colectiva– y de los documentos antiguos para que no fenezcan prontamente.
A través de la perseverancia de la gota que cae una y otra vez innumerablemente, horadando las piedras más duras para una mejor ilustración personal y colectiva, introduciéndola luego en las herramientas nuevas del conocimiento, evitando llegar al lugar de la nada.
2. Las loberías
Del “Diccionario Biográfico de la ciudad de Maldonado (1755 – 1900)” de la investigadora María A. Díaz de Guerra se reseña que “la industrialización de los lobos marinos se practicó desde el momento mismo de la fundación de Maldonado, si prescindimos de referirnos a la industrialización que hicieron casi todos los navegantes – descubridores y viajeros – que llegaron a estas desoladas costas durante los siglos XVI y XVII, los que, con el fin de abastecerse de carne fresca después de largas y penosas travesías mataron y comieron carne de lobo marino, llevándose también carne salada, cueros y grasa para España, por cuya razón se considera que fue este producto el primero en exportarse de América hacia Europa”.
De la precedente fuente surge que en 1797 se conformó una sociedad para la explotación de la faena de lobos conformada por Diego Novoa y Francisco Aguilar.
En 1820, Francisco Aguilar obtuvo la concesión de la faena de lobos por parte del Estado por un término de veinte años, convenio que implicaba la conservación de los cueros de lobos, industrialización del aceite y la exportación de éstos productos.
Además realizó otros emprendimientos en el mundo marino. En 1835 celebró un acuerdo donde obtuvo el derecho exclusivo de la caza de ballenas con el gobierno de turno por el lapso de diez años, hasta julio de 1845.
Aguilar, además de ser comerciante, desempeñó diversas funciones públicas: fue Alcalde Ordinario de Maldonado entre 1829 a 1830, en 1834 fue designado Administrador de Correos en Maldonado y en sus últimos años de vida fue Senador de la República.
En 1885 la explotación lobera fue arrendada por el Estado a Amaro Carve durante diez años, por un valor de siete mil pesos anuales; una tasa departamental de 0.20 pesos por cada piel de lobo y cuatro centésimos por cada arroba de aceite. A cada peón se le pagaba un salario de veinte centésimos por cada animal sacrificado.
El mercado principal de las pieles curtidas en sal era el mercado inglés, para la confección de tapados para señoras y la parte interior de los gabanes como destino principal.
Ubicados en este tiempo, el emprendedor comercial obtenía una renta neta anual de cincuenta mil pesos, deducidos todos los gastos por todo concepto de la empresa. Traducidos a los diez años del contrato era un ingreso de quinientos mil pesos.
3. Los loberos
El licenciado Raúl Vaz Ferreira en “Fauna: conservación y recursos” de la colección “Nuestra Tierra” (No. 45 – 1969), realiza en su relevante trabajo una descripción del temperamento, personalidad y forma de ser del hombre que va a las islas a capturar lobos y lo describe así: “Los loberos son personajes particularmente interesantes y su oficio es sin duda uno de los más antiguos que existen en el Uruguay. Actualmente, debido a que en la Isla de Lobos se han introducido mecanismos modernos de explotación, son las islas de Torres y de Castillo los únicos lugares en que los trabajos de los loberos permanecen sin mayor diferencia de como se hacían hace doscientos años.
El oficio de lobero requiere una gran especialización, como por ejemplo la capacidad de desollar un lobo en aproximadamente un minuto y medio (una persona no habituada emplea en ello más de media hora) y una extraordinaria capacidad de trabajo.
Se explica entonces que no cualquiera sea lobero; en realidad son un reducido número de familias (especialmente Álvarez, Calimaris, Cruz, Machado, Olivera, Pereyra, Valdivia, Veiga, etc.) las que han dado durante las tres o cuatro últimas generaciones la mayor parte de los loberos que han trabajado en las islas del Uruguay.
Son personas calladas, respetuosas. Han vivido aisladas en su zona y conservaron muchas tradiciones y creencias trasmitidas por las generaciones anteriores.
Cuando van a las islas a matar lobos se calzan con escarpines tejidos de lana o simplemente con un trozo de arpillera, lo que les permite correr por las piedras sin resbalar.”
4. La noticia del puerto
A mediados de la sexta década del Siglo XX en una de las tantas entrevistas realizadas a Beltrán “Beto” Pérez, vecino de Castillos, de sus andanzas en los sistemas de dunas desde Aguas Dulces al Cabo Polonio, en su colecta de utensilios empleados por los pueblos originarios, comenta escuetamente sobre el tema del subtítulo: “Le escuché a Don Melitón Álvarez que en el Polonio existió un puerto…”.
Así, como un suspiro breve, es la versión de la existencia de un puerto en el Cabo Polonio.
Quedó prendida la información en la memoria. Toda ocasión de encuentros con vecinos descendientes de antiguas familias de la zona y vinculados a la lobería en particular, les consultaba de la existencia de un lugar operativo – refugio natural o construido por el hombre – para las cargas del producto obtenido de la cacería de lobos marinos, que significó volúmenes muy importantes de pieles, barriles y tanques de aceite, cajones con pasta para jabones, dientes y colmillos, además de cueros vacunos y lanares secos de la ganadería del lugar. Naturalmente para la descarga de insumos u otros que correspondieran para el funcionamiento de la empresa lobera, la del faro y del Resguardo de Aduanas.
El puerto no necesariamente son las infraestructuras del presente y todo su andamiaje. En el antiguo se referían a un espacio marítimo o fluvial, de aguas calmas para la estadía de naves, buques y demás embarcaciones, próximo a la costa, donde se realizaban operaciones de embarque o descarga de diversos bienes y materias primas como el traslado de personas.
Por el año 2013 aparece un libro de Registros de la Receptoría de Aduanas del Cabo Polonio donde se realizaron las anotaciones de partes diarios de las actividades de la referida dependencia desde fines del Siglo XIX hasta casi culminando la segunda década del Siglo XX.
En él surgen cuantiosas anotaciones del arribo de vapores como ser “Oyarvide”, “Huracán”, “Lavalleja”, “Ingeniero”, “Salbor”, “San Antonio”,… y la Cúter “Tabaré” con la frase “arribó a este puerto”y ocasionalmente “a este punto”, la pregunta es: ¿cómo era el lugar de amarre?, ¿el fondeadero era por medio de anclas y cadenas o cables?
Esta actividad ameritó que las autoridades de gobierno decidieran la instalación de un Resguardo de Aduanas para controlar toda actividad que se realizaba en la zona por tratarse de un amparo natural para todo navío que buscase un lugar como el que se reseña, por diversos motivos.
Con el devenir del tiempo, la salida de la producción lobera se realizó en vehículos automotores adecuados para transitar en las arenas de la franja costera, hasta la Ruta Nacional Nº 10.
5. Las primeras décadas del S. XX
Son numerosos los registros aduaneros que por su relevancia ameritan una publicación más amplia por la diversidad de eventos sucedidos y testimoniados en los partes diarios en cuestión. Esta publicación pretende ser un avance de lo documentado.
En diciembre de 1903 – en los albores del Siglo XX – una nueva empresa lobera comienza a operar en la captura de lobos y surge el siguiente registro:
“ Nº 167
Polonio, diciembre 20 de 1903
Señor Receptor de Aduana del Departamento
Don Agustín Vigliola
Pongo en su conocimiento de esa Receptoría que el Capataz de este establecimiento dice no tener nada que ver con las embarcaciones de este punto, debido á que no tiene conocimiento de la nueva empresa que se haecho (sic) cargo recientemente ignorando nacionalidad de los propietarios, punto de construcción, números y demás datos á que refiere.
Dios guarde al Sr. Receptor muchos años
Lino Pascal”
Del 21 de febrero de 1904 se toman los siguientes registros a los efectos de ilustrar la actividad aduanera entre las abundantes anotaciones del libro:
“Nº 6.- Solicito de la Receptoría abone á Doroteo Pereyra tres pesos por llevar un telegrama á Castillos dando cuenta haber anclado un pailebot frente á Marcos.
J D Vicente
Nº 7.- Comunicamos la arribada del Vap. Lavalleja el que inspeccionó las islas encontrando lobos muertos y un garrote en Marcos. – fué provisto por mi papel sobres y carne.
J D Vicente”
Lo transcripto precedentemente indica que en los albores del Siglo XX surcaban barcos piratas, éste es uno de los ejemplos. El control de la región de esta dependencia estatal abarcaba desde el balneario La Pedrera hasta las costas de Gervasio (hoy balneario La Coronilla) incluyendo las islas de La Coronilla, careciendo para ello de recursos adecuados para una vigilancia eficaz y eficiente.
En esta línea de incidentes, también se registró:
“Nº 11
Polonio, noviembre 8 de 1907
Señor Capitán del Puerto de la Paloma
Dn. Juan J. Pezzolo
Ampliando mis comunicaciones Telegráficas del día de ayer, devo hacerles saber que los útiles y armas que conducían las dos personas mencionadas de nacionalidad Inglés, que desembarcaron en éste puerto son las que á continuación se espresan: 2 Escopetas fuego central de dos tiros y noventa y ceis cartuchos para las mismas, cargadas á munición 1 cajon con un compás, 2 cuchillos y una chaira 1 desollador de lobos, 1 bote con vela trinquetilla vichera, 5 remos, pique y votavara. El bote y velas se encontraban manchadas de sangre fresca hecho que presenciaron además del suscrito el Guarda Terra, José F. Cruz, Masimo Molina quienes suponen sea de lobos así como también la grasa que contienen las cuchillas y chairas mencionadas.
Saludos a Uste muy atentamente
Jose M. Castillos”
El 5 de mayo de 1920, siendo aproximadamente las 15 horas se avista a cinco millas de la costa una boya luminosa que permaneció ese día hasta las 20 horas; el día sucesivo y otros, aparecía y desaparecía misteriosamente hasta que se ausentó definitivamente, esta presencia dio lugar a historias supuestamente imaginarias del acervo cultural de los lugareños de aquellos tiempos.
Un 23 de junio de 1920 el Guarda Felipe Veiga comunicó a la Capitanía del Puerto de la Paloma sobre la presencia desde el amanecer de un “buque a vapor movido por medio de ruedas”, queal ser avistado izó la bandera de la República Argentina. El funcionario aduanero se lamentó no poder trasladarse para abordar la nave por falta de una embarcación, luego, al mediodía, informó que levó anclas a las 12 haciendo proa al Este.
6. Episodios marítimos
Son muchos los documentados por lo que se seleccionaron para este trabajo algunos de ellos para vuestra interpretación de la diversidad o tipos de acontecimientos ocurridos.
El 6 de febrero de 1910 próximo a las 22 horas azotó una fuerte tempestad desde el Sur y este fenómeno climatológico provocó el naufragio del vapor brasileño “Bentos Gonçálvez”.
Este “buque motor” había echado anclas el 4 de febrero del 1910 en la ensenada Oeste del Polonio con una carga de diez toneladas de balasto. Los tripulantes eran el Capitán Alejandro Tonietti, Contramaestre Tomás Tonietti, Maquinista Arístides Ferreira y el Marinero José Doprado. El viento del Sur soplaba tenaz y el oleaje azotaba incesantemente al buque, se temía que la turbulencia de las olas generara un siniestro de mayores proporciones al ya ocasionado.
En medio de esa marejada borrascosa en la noche veraniega del mes de febrero de 1910 se decidió tender cuerdas desde el barco a la costa para el salvataje de las personas del buque y es por este medio que se evacuó la tripulación poniéndola a salvo.
¿Quién o quiénes fueron los heroicos hombres de tremenda acción?, ¿se sabrá algún día?
El 15 de febrero de ese año el “Bentos Gonçálvez” fue recuperado mediante remolque por el vapor “Huracán” con el apoyo del navío “Solís”. En el “Huracán” se embarcaron los tripulantes náufragos contramaestre Tomás Tonietti y el marinero José Doprado, en el “Solís” lo hizo el Capitán Alejandro Tonietti y el maquinista Arístides Ferreira.
Otro incidente marítimo ocurrido fue el del vapor “Austria”. El 21 de julio de 1912 anocheció amenazante y ventoso, luego una copiosa tormenta eléctrica acompañado de un pertinaz viento del Sur, el faro del Polonio permanecía inmutable, estoico ante estos fenómenos de la naturaleza.
El viento del Sur sopló desde el día 18. El 22 naufragó el “Austria” en la isla del Marco interrumpiendo el viaje iniciado en Porto Alegre con destino al puerto de Montevideo. Se salvaron la totalidad de los pasajeros y tripulantes de la nave.
El responsable del Resguardo del Polonio Casto Domínguez Acosta informó al Receptor de Aduanas de La Paloma Juan José Pezzolo sobre los elementos entregados por el Capitán el 23 de julio de 1912.
Se transcribe textualmente el inventario realizado: “… dos botes salvavidas de fierro – dos timones – ocho remos – ocho orchillas – un bote de madera – una mana para anclote – un timón –un bote de madera – cuatro orchillas – cuatro remos – tres compás para botes salvavidas – un compás á líquido – un compás de suspensión – trese banderas diversas – un aparato de cirugía para fracturas de piernas – tres bolsas cuyo contenido son tres velas y tres foques para buque – una pieza tela de lona – dos reloj corredera Patent”
Transcurrido más de un mes del naufragio y del inventario realizado, se recibió una orden telegráfica de la Receptoría de La Paloma para efectivizar la entrega de los bienes inventariados al Capitán del vapor nacional “Huracán”, desconociéndose el lugar donde fueron depositados los elementos aludidos.
El 20 de marzo de 1921 zozobró en el Polonio una embarcación a velas, el “Governor Brooks” de nacionalidad norteamericana, el dato anotado dice:
“Polonio, Abril 12 de 1921
Sr. Capitan de Puerto
Dn Exequiel Silva Peire
Rocha
Comunico a Ud que en el día de hoy a la 9 a.m. se avistó un buque junto al velero naufragado permaneciendo hasta las 14 horas momento en que remito esta comunicación.
Tambien llevo a su conocimiento que encontrándome en recorrida en el dia de ayer a eso de las 11 horas y a 15 kilometros mas o menos al S.O. de este punto observe un buque velero de 5 palos que como de 5 a 6 millas de la costa arriaba velas permaneciendo en el mismo lugar hasta el momento.
Como el tiempo es relativamente bueno ha llamado la atención esta permanencia en el mismo sitio y con las velas arriadas.
Como medida, seguiré observando el mencionado buque a fin de avisar de inmediato a esa Capitanía cualquier novedad que ocurra.
Saluda a Ud atte
F J Veiga”
El suceso marítimo del “Governor Brooks” fue en marzo de 1921. Transcurrido más de seis meses volvió a ser noticia; el mar sacó a la costa un “mastro” que se supuso que era de este buque; el Guarda Felipe Veiga puso en conocimiento a su autoridad y especificó el estado del elemento encontrado señalando lo siguiente: “… Dado el poco valor que tiene, primero: por ser un palo viejo, y, segundo por encontrarse quemado y por lo tanto deteriorado más menos la 3ª parte solicito de esa Capitanía quiera adjudicármelo siempre que tal medida no perjudique los intereses de la repartición…”
Un 10 de enero de 1927, Felipe Veiga comunicó a sus superiores el siguiente hecho:
“Nº 17 Nº 221811
Comunico a Vd que hoy a las 16 horas llegó de arribada a este Punto volviendo a hacerse a la mar a la hora 19 el vapor de Bandera Boliviana “Anita Iplant” contratando y embarcando a su bordo para trabajar en el salvataje del cargamento del vapor Italiano naufragado a la altura del Chuy (más o menos) a las siguientes personas: Saturnino Hernández, Sinforoso Veiga, Antonio Barreto, Jacinto Pereyra, Luis Veiga, Florencio Molina y Nicasio Rodríguez. …”
No se identificaba el nombre de la nave accidentada.
Recurriendo a la publicación sobre la historia y arqueología marítima en las Costas de Rocha de www.histarmar.com.ar , surge que se trataría del vapor “Heliópoli”, de bandera italiana – infortunio marítimo inmediato anterior a esta expedición – que naufragó a 75 millas náuticas de Cabo Polonio el 13 de julio de 1926 con una carga de mármol y arroz; siendo su tripulación salvada.
La distancia señalada no indica en que punto cardinal, tampoco es una certeza de que se trate de ésta embarcación.
El 30 de enero de 1927 se avisó que a las 5 horas AM de la fecha arribó al Polonio el vapor “Anita Iplant” desembarcando a los trabajadores contratados para el rescate del cargamento.
Y agrega el comunicado Nº 18 – Nº 221812: “… también en su conocimiento que el Sr. Ballestrino dió al trabajador Saturnino Hernandez 20 cajones de aceite vacíos y un tanque de hierro, los que están depositados por el suscrito hasta tanto el Sr Receptor disponga si le es permitido retirarlos y utilizarlos sin llenar requisito alguno…”
El vapor boliviano prosiguió con el salvataje del buque perdido y a estos efectos se embarcaron los trabajadores Saturnino Hernández, Aquiles Álvarez, Antonio Barreto, Juan Mª Álvarez, Jacinto Pereyra, Angel Cruz, Bonifacio Calimares y Ramón Veiga.
7. El naufragio del vapor “Dolores”
Entre el 19 de mayo y el 9 de julio de 1892, el faro del Cabo Polonio vio impotente naufragar cuatro embarcaciones en sus dominios. Antonio Lussich en su magnífico libro “Naufragios Célebres en el Cabo Polonio, el Banco Inglés y el Océano Atlántico” documentó estos episodios marítimos.
A través de sus crónicas relata los hundimientos de ese período, del acorazado brasileño “Solimoes” ocurrido el 19 de mayo, el vapor inglés “Dolores” el 22 de mayo, mientras el 30 de junio encalló el buque brasileño “Pelotas” y finalmente en ese aciago 1892, el 9 de julio naufragó la torpedera argentina “Rosales”.
Lussich mientras esperaba al queche “Filomena” en el lugar del accidente del “Pelotas” contempló un lugar cuyo entorno eran las islas y la costa rocosa del Polonio, narrando luego en su libro lo siguiente: “Como a dos millas y media de distancia de donde nos encontrábamos se veían sobresalir de la superficie del agua los dos palos del vapor inglés ´Dolores´, recientemente naufragado en Castillos, cuya tripulación en el momento del siniestro, fue salvada y conducida a Montevideo por el ´Emperor´.”
Un 7 de diciembre de 1919 una embarcación expedicionaria argentina arribó a este punto de la costa rochense con un grupo de investigadores a los fines de ubicar al navío “Dolores”.
Ubicaron a la embarcación a unos quinientos metros al norte de la isla “Seca” donde se sumergieron numerosas veces los buzos del equipo de exploración marina, permanecieron hasta el 6 de mayo de 1920; de los sondeos realizados se llegó a la conclusión de que nada se podía recuperar.
8. Lo que las olas arrojan a la costa
El mar desde que es mar, por las corrientes marinas y su oleaje deposita numerosos e imprevisibles objetos de lugares lejanos como los de la región. Se enumeran a continuación algunos ejemplos.
En abril de 1922 se halló en las costas del Polonio numerosos objetos pertenecientes a una ballenera y al respecto se realizó un listado. Se transcribe:
“Relación de lo arrojado por el mar en la noche del 23 al 24 del corriente mes y año en el Polonio.
Una ballenera salvavidas en mal estado con su correspondiente mástil, 2 toletes y dos remos – 1 timón de la misma (roto) – 9 tapas escotilla – 4 tablones – 4 tapas con claraboyas del cuarto de maquinas (rotas) – 2 medios tablones – 1 tirantillo (cumbrera de la toldilla) – 2 barriles chicos (vacíos)
Depositado en lo de Andrés Fernández: 1 viga – 2 tablones anchos – 1 angosto – 3 tirantillos cortos – 2 tirantillos largos
Depositado en lo de Juan Taquil: 1 viga – 1 banco carpintero – 1 tablón ancho Resguardo Polonio, Abril 28 de 1922
Todo lo que antecede son maderas viejas y con execion (sic) de 4 tablones y dos vigas el resto de la madera es tan vieja deteriorada que casi puede considerarse sin aplicación. Felipe Veiga”
El vecino del Rincón de Valizas Herminio Molina recogió de la costa arrojada por el mar dos cajones con latas de aceite de oliva marca “Bocanegra”, averiadas, era el 29 de octubre de 1926 cuando le reportó del hallazgo al Guarda de Aduana Veiga de ronda en el lugar.
A la luz de estos eventos, el funcionario decide regresar hacia “La Angostura” a patrullar dado que el viento era favorable para arrojar elementos a la costa; realizando esta tarea en “Agua Dulce” (Costa de Castillos) se encontró con el vecino Dámaso Sena que recogía latas de aceite iguales a las halladas por Don Herminio.
Felipe Veiga, cuya Universidad fueron las enseñanzas que le dejaron sus ancestros, hombres y familias de mar, entre las numerosas “asignaturas” aprobadas era la capacidad de observación que por entonces y en tales lares era una herramienta fundamental de vida.
Un día de mayo de 1926 en su recorrida a “La Angostura” encontró indicios que el mar había arrojado pedazos de madera, por su tipo y forma se trataba de un bote y que el mismo había sido llevado por personas a caballo.
Este hecho lo relató así en el parte de Aduanas: “ El día 17 a eso de las 8 ½ encontré un rastro que partiendo de la costa del Oceano seguía hacia el N. dejando el balneario ´Agua Dulce´ a la izquierda y siguiendo un rastro encontré dentro de un bañado que existe en el campo de Dn Quintín Cuadrado los pedazos de un bote de unos 18 pies de largo pintado de blanco y gris separado en dos de proa a popa y que se encuentra sin esta última como asi mismo sin bancos ni bordas.
Siguiendo las instrucciones de esa Receptoría me entrevisté con Dn Rufino Cuadrado encargado del establecimiento que no tuvo inconveniente en recibir en depósito los pedazos del bote sin pretenciones de remuneración lo que se efectuó con esta fecha llenando las formalidades del caso.”
A requerimiento de la Receptoría de La Paloma, le informó a la Unidad que era imposible repararlo por estar en un estado inutilizable.
9. Sepulturas en las dunas
Tanto en la costa como en las dunas del Cabo Polonio a través del tiempo se han encontrado cuerpos humanos sin identificar. A modo de ejemplo se transcriben dos informes de hallazgos (sic):
“Nº 12 – Nº 530336
Polonio, Noviembre 29 de 1913
Sr Capitán del Puerto de La Paloma
Dn Juan J. Pezzolo
Comunico á Ud que el día de la fecha fue encontrado por el Sr Jasinto Pereira á inmediaciones del Polonio, un cadáver del sexo masculino previa intervencion del Comisario Seccional, Teniente Alcalde del distrito y dos testigos que lo acompañaban, fue sepultado en el mismo citio por encontrarse este en mal estado y haberlo dispuesto así el mencionado Teniente Alcalde,
Saludo á Usted atte
Jose M. Castillos”
Mientras que el otro despacho reseña (sic):
“Polonio Diciembre 21 de 1914
Comunico á usted que el día de antealler alas 9 oras fue encontrado por los empleados Guarda 3ª Don Juaquín Minondo y Sargento de Policía cesional á los fondos del campo, de Don Pedro Rodríguez en la costa de la plalla, un cadaver del sexo masculino, dicho cadaver fue bigilado por los guardas Minondo Rodrigez y Herrera y el referido Sargento asta las 12 oras del día de aller, que comparecio el Teniente Alcalde del distrito quien dispuso dar sepultura á dicho cadáver por estar en mal estado el referido bestía camisilla crema camisa percal azul calzoncillo percal pantalon brin de color escarpín azul, ase suponer que es de los desaparecidos en la chalana alas 24 oras del 13 del corriente, llenado los requisitos de pratica fue sepultado á 150 metros de la marea mas alta presente el Teniente Alcalde y los vecinos Don Pedro Rodríguez y Don Juan Pullolo, y el suscrito y demas empleados que lo acompañaban,
Saludo á Usted atentamente
Jose M. Castillos”
10. La presencia del Ministro de Industrias
El parte Nº 10 – Nº 221413 del 2 de octubre de 1926 detalla que a las 7 horas 15 minutos arribó al Cabo Polonio el vapor nacional “Oyarvide” transportando al Señor Ministro de Industrias César Mayo Gutiérrez, a su Secretario Dr. del Castillo, al Administrador del Instituto de Pesca Sr. Carlevaro, al Dr. Acevedo, además del Capitán de Armamento Luis A. Morelli y a su ayudante mecánico Eugenio Franzanti.
Tras la visita Oficial, el “Oyarvide” emprendió retorno con las autoridades nacionales, quedando los señores Morelli y Franzanti con el motivo de realizar reparaciones en el pararrayos del faro.
En el retorno de la nave con la comitiva oficial, se transportó además 1.108 pieles de lobos finos y 1.181 de esta especie catalogados de “ordinarios”, 34 cascos o barriles de aceite o grasa de lobos marinos, 14 cueros vacunos salados y consignados al Instituto de Pesca.
11. Otras anotaciones del Archivo
En 1899 se realizó un relevamiento de embarcaciones de la vecindad.
Imprevisiblemente, entre las islas y sus aledaños surcaban o fondeaban embarcaciones que no fue posible identificarlas como también aquellas que tenían enarboladas banderas de las naciones a las que pertenecían. Los funcionarios actuantes no disponían de los medios adecuados para cumplir con la rutina que requieren estos casos, así lo hicieron constar en varias oportunidades a sus autoridades.
Las armas para el cumplimiento de sus funciones durante tres décadas fueron: dos carabinas Remington de cuarenta tiros y dos carabinas Máuser de repetición “Deustchland Waffen” y 55 cartuchos.
“Polonio – Julio 14 de 1904 – Señor Receptor de Aduana de La Paloma
Don Agustin Vigliola
Quedo enterado de su nota fecha de ayer que el propietario de las maderas rematadas Don Fernando Varanzano (Baranzano).
Estoy dispuesto á entregarlas toda vez que tenga oportunidad debo decirle que yo estoy solo no tengo empleado ninguno y el capataz espera el barco por momento y yo tengo que permanecer acá para la descarga o carga que traiga el barco. Dios guarde al Señor Receptor muchos años – Lino Pascal”
Ocho días después, Lino Pascal aludió nuevamente a la nota Nº 259 de fecha 12 del mes y año en cuestión que le remitiera la Receptoría de Aduana de la Paloma impartiendo la orden de entrega de los bienes adquiridos en remate público por el Sr. Baranzano, aduciendo en esta ocasión la imposibilidad de entregar los mismos por problemas de salud.
Amplió la fundamentación de esta manera: “… me he puesto peor de mi vista, no pudiendo andar á caballo. Estoy en el resguardo por cumplir con mi deber como empleado, para comunicar á esa receptoría algo que ocurra…”.
El 9 de agosto de 1904 se remitió al Receptor de Aduanas de La Paloma el recibo de entrega de once tirantillos a Fernando Baranzano.
El 28 de febrero de 1906 finalizó la construcción del resguardo aduanero. En esta fecha se tomó posesión de la oficina. La edificación se describe de la siguiente manera: se trataba de una extensión de 8,39 ms. de largo por 4,32 ms. de ancho y 2,83 ms. de alto, sus paredes de tablas de pinotea, techos de zinc y cielo raso de pino blanco, de dos puertas y dos ventanas. Estaba compuesta de dos ambientes y dividido por un tabique.
Carlos E. Calabuig notició a sus superiores sobre la requisa de objetos lanzados por el mar a la costa y levantados por dos vecinos que ocultaron estos bienes. El 22 de junio de 1908 actuó el referido guarda con la presencia del Teniente Alcalde de dicha Sección Nicandro Veiga y los testigos Pedro Méndez (comerciante de Valizas), Honorio Larzábal e Isidro de los Santos en los domicilios de Justino Molina y Desideria Vivas.
Los elementos que estaban en el inmueble de Justino Molina eran 83 piezas de madera, mientras que a Desideria Vivas se le incautaron otras 15 piezas. El funcionario aduanero, el Teniente Alcalde y testigos llegaron a la conclusión que por la clase y dimensión pertenecían a la carga del buque de bandera sueca “Svanhild” que zozobró en el Banco Inglés el 30 de abril de 1908.
Se prosiguió con las inspecciones encontrándose enterradas en la tierra siete tirantes, catorce tirantillos, dos tablones y restos de madera, los testigos continúan sosteniendo que su origen es del mismo naufragio.
“Nº 38 – 849852 – Polonio, 20 de Octubre de 1908
Señor Receptor de Aduana de La Paloma Don Juan J. Pezzolo
Acuso recibo a su circular Nº 27 de fecha 19 de Octubre en la que hace saber que próximamente harán escala en varios puertos de la República tres barcos para servicios de faros y tres buques Norte americanos á los cuales me ordena se les acuerden las facilidades y cortesías correspondientes.
Saludo atentamente al señor Receptor
Anarolino Fonseca.”
Antonio y Manuel Lussich adquirieron en remate público en diciembre de 1911 el casco del vapor inglés “Bisley”. Esta adquisición fue informada al Encargado del Resguardo del Polonio José María Castillos por la Circular Nº 390 del 23 de diciembre de 1911 y en ella se pautan las formalidades de entrega del bien rematado. El “Bisley” naufragó el 19 de octubre de 1910 en la isla del Marco, conocida antiguamente como Castillos Grande, y provenía de Nueva York con destino a Montevideo.
Por la Circular Nº 49 del 30 de enero de 1914, el responsable del Resguardo debía tener en cuenta el protocolo de ingreso o salidas de buques de guerra en el puerto de Cabo Polonio. Al respecto, pero con posterioridad, se recibió la Circular Nº 18 del 21 de setiembre de 1914 con lo dispuesto por el Decreto de Gobierno de fecha 8 de setiembre de 1914 de que debía mantenerse la neutralidad en los puertos y aguas territoriales de la República ante la presencia de las naves pertenecientes a las naciones beligerantes. Eran los tiempos de la Gran Guerra, luego conocida como la Primera Guerra Mundial.
“ Nº48 E Nº530342 – Polonio Febrero 28 de 1914
Señor Capitán de Puerto de La Paloma
Don Juan J. Pezzolo
He recibido su circular Nº 78 fecha 20 del corriente con la que me acompaña dos formularios para la instrucion de informaciones sumarias en los casos de naufragios, colisiones o encalladuras de buques Nacionales ó extranjeros en las aguas de mi Juridicción quedo enterado para su cumplimiento.
José M. Castillos”
El 26 de abril de 1914 (Nº 55 – E 530349) se entregó al Sr. Jacinto Pereira 1.126 durmientes en virtud de ser el representante de la empresa de Ferrocarriles, no consta aclaración de estos bienes: si fue producto de una incautación, de un naufragio u otro y porqué en este lugar. Ello hace suponer que sería producto de un naufragio o encallamiento.
Un 29 de agosto de 1914 José M. Castillos respondió, según el registro Nº 1 – Nº 441: “Con su nota Nº 11 fecha 18 del corriente he recibido los formularios para los interrogatorios a que deben ser sometidos los capitanes de los vapores alemanes, austríacos, belgas, franceses y rusos que lleguen a este puerto, y la hoja impresa con los actas del Superior Gobierno sobre la neutralidad, de que quedo enterado para su fiel cumplimiento.”
Se efectúa control de salidas y entradas al puerto de embarcaciones de la empresa de lobos con destino a las islas de La Coronilla, registrándose el personal a bordo y a que punto se dirigían. A su regreso se controlaba si volvían los mismos operarios, números de pieles, barriles de grasa y otros productos de la faena.
Un 16 de abril de 1917, el guarda a cargo de la Receptoría del Polonio informó que siendo las 16 horas ingresó al puerto del Polonio el vapor “Guanaco” de nacionalidad brasileña con cargamento de maderas y yerba mate con destino al puerto de Buenos Aires. Joaquín Minondo abordó a la nave para los controles pertinentes dado que no bajaron a la parte continental. Fue recibido e informado por su capitán José Mª Ripal de los motivos de la presencia de la nave en el lugar: por razones de seguridad ante el mal tiempo reinante, partiendo a su destino el 17 del mismo mes a las 6 pm.
El 10 de setiembre de 1918 el mar arrojó un fardo de alfalfa, otro de tabaco en mal estado, dos ruedas de automóvil y un eje de auto todo ello recogidos por el carretillero Juan Garaza. Mientras que el 22 de marzo de 1919 en la zona del Polonio aparece un bote que lo identifican como perteneciente al vapor argentino “San Salvador” que naufragó por la zona de Garzón.
Siendo el 19 de agosto de 1921 el mar dejó otro “obsequio” en la costa en dirección cardinal S.O. a unos dos kilómetros, se trataba de una ballena de unos doce metros de longitud con numerosas heridas y en avanzado estado de descomposición. Los funcionarios de ronda indican que posiblemente la causa de muerte se trate por las balas recibidas pero no se encuentran arpones ni boyas que pertenezcan a alguna compañía ballenera.
“Nº3 – Q Nº 385030 – Polonio Septiembre 5 de 1922 – Señor Capitán de Puerto Dn Exeqiel Silva Peire – Rocha
Llevo a su conocimiento que encontrándose aislada a causa de la gran creciente la Sra Justina M. de Araújo me trasladé en el bote del Resguardo a casa de la mencionada Sra poniéndome a su disposición.
Aceptado por ella mi oferta se prosedió a salvar una majada trasladándola embarcada a lugar seguro.
Esperando su aprovación a lo expuesto saluda a Ud atte
Felipe S Veiga”
Una demostración de solidaridad, actitud que no ameritaba la menor demora, y lo comunica una vez consumada la acción a su Superior. Eran épocas donde la solidaridad y la palabra dada eran valores sagrados e inalterables a la hora de cumplir.
El 7 de enero de 1924 Felipe Veiga salió de ronda hacia La Paloma, estando próximo a La Pedrerase le apersonó el vecino de éste paraje Don Julio Rodríguez, quién le informó haber encontrado en la costa un bote arrojado por el mar. Realizada la inspección de rigor resultó ser un bote viejo de unos doce pies de largo aproximadamente catalogándoselo de inservible por su estado.
Precisó además que no poseía remos ni toletes ni quilla, “…está cubierto y perforado por los mejillones y cangrejilla por lo que se deduce fácilmente que hace mucho tiempo que se encuentra perdido.”
No tiene ninguna identificación ni otros indicios que indiquen su procedencia, agrega “Rodríguez manifiesta no interesarse en él y solo espera se le pague el salvataje y depósito…”
“Nº 20 Nº 159099 –
Polonio, Marzo 25 de 1925
Sr Capitan de Puerto – Dn Belisario Espalza – Rocha
Comunico a Ud que hoy a las 11 horas recaló del Sur un buque a vapor todo pintado de blanco con bauprés y cordelaje como velero pasando como a 4½ millas de este Punto determinándose unas ¾ hora cerca de las Islas de Marcos y Seca haciéndose luego al mar con rumbo Sur Este
Aunque este Resguardo no cuenta con un anteojo para poder distinguir a esa distancia los colores de la Bandera; el suscrito cree no obstante que enarbolaba la Bandera Oriental y que se trata del buque Nacional ´18 de Julio´.
(… ) Después de escrito lo que antesede encontrándose el buque a 8 millas m/m de la costa viró hacia tierra llegando primeramente a las proximidades de Marcos donde maniobró casi una hora.
Después puso proa a este Punto y llegado a unas tres millas empezó a virar lentamente siguiendo en actitud por espacio de media hora.
En este momento siendo las 16½ puso proa al mar con rumbo Sud.
No ha podido presisarse los colores de la Bandera ni trasladarse el suscrito a bordo por reinar viento Nordeste fresco y estar el mar bastante bravo. Veiga.”
En el verano de 1926, más precisamente el 9 de febrero, falleció ahogado Rufino Rebollo en el balneario identificado en ese momento como “Agua Dulce”, según documento Nº 28 A Nº 256419.
En el rescate del cuerpo del infortunado vecino estuvo presente el Teniente Alcalde de la 4ª Sección Judicial del Departamento de Rocha Benjamín J. Cereceda.
Veiga precisó en el referido documento lo siguiente: “Como en el acta de la referencia no consta la presencia del suscrito a pesar de encontrarme presente en momentos de levantar el cadáver hago saber al Sr. Receptor que me encontraba en la costa y próximo al lugar donde fue sacado del agua viendo claramente cuando fue extraído de esta por Maurente.
Considero innecesario mandar filiación y otros datos puesto que el cadaver fue identificado tanto por el Sr Tte Alcalde y testigos de asistencia como así mismo por la población del balneario en general: esto es salvo la mejor opinión del Sr Receptor”
12. Funcionarios aduaneros en el Polonio entre 1900 y 1930
La nómina de guardas y rondas es larga y a título enunciativo en ella encontramos a los siguientes: Lino Pascal, Julio y Protasio Vicente, José María Castillos, Francisco y Demetrio Corbo, Hermógenes Terra, José Denegri (o Dinegri) Costa, Antonio María y Laurindo Rodríguez, Carlos Calabuig, Timoteo Altéz, Francisco Martirena, Silvio Pezzolo, Pedro Pablo Garibaldi, Doro Anarolino Fonseca, Gregorio Giménez, Teófilo Méndez, Joaquín Minondo, Justiniano Cabral, Nicolás Reyes, Vicente Taibo, José M. Píriz, José Ramela, Saturnino Sopeña, Ventura Candiota, Ángel Araújo, Antonio Benítez, Masimo (Máximo) Molina, Heraclio Olivera, Elio L. Lima, Casto Domínguez Acosta, José Correa y Juan Marchetti entre otros.
Surge además el nombre del Alcalde del Polonio en un evento puntual y se trataba de Nicandro Veiga.
13. Algunos vecinos de parajes que rodeaban al Polonio (1900-1930)
Por aquellos años de distintos documentos surgen como pobladores del inhóspito vecindario del Polonio las siguientes personas: Carmen, Hipólito, Mario y Marcos Álvarez, Gregorio (“Goyo”), Isabelino, Felipe, Nicandro, Sinforoso y Miguel Veiga, Ángel Acosta, Justina M. de Araújo, Doroteo, Miguel, Benjamín y Jacinto Pereyra, Exequiel Rodríguez, Fernando Varanzano (Baranzano), Justino, Rolando, Teodoro y Patricio Molina, Desideria y Ramón Vivas, Honorio Larzábal, Isidro de los Santos, Rafael Magliano, Carlos Calimares (Calimaris), Martín Martínez, Santiago y Gabino González, Desiderio Castillo (s), Regino Garaza, Isidro Santos, Pedro Méndez (comerciante de Valizas), Demichelle, Lucas Pullolo (¿o Pezzolo?), Justo Pita y Jacinto Acuña.
14. Recuerdos de loberos
Leocadio “Indio” González Calimares, oriundo del Rincón de Valizas, y Alfredo “Machaco” Calimaris, nacido en el Polonio nacieron de cara al mar. Ambos loberos en las islas del entorno del Polonio, desde muy jóvenes se vincularon a la ruda tarea de capturar lobos para el SOYP, luego ILPE.
Ambos recuerdan que iban a las islas en las balleneras impulsadas al ritmo sincronizado de 12 a 14 remos durante la temporada invernal, desde mayo a octubre de cada año.
Al respecto debían respetar determinadas condiciones del tiempo, los vientos debían de estar localizados desde el norte o noreste de la mar y no de otros puntos cardinales para no ser olfateados por los lobos marinos, un sentido sumamente desarrollado en estos animales.
Hurgaron en sus memorias las condiciones en que realizaban las tareas, de calzado utilizaban tamangos hechos de arpillera o escarpines tejidos con lana de oveja ideales para transitar por las piedras. No disponían de ropa proporcionadas por las empresas loberas y sus vestimentas comunes no eran las apropiadas para protegerse del agua pues no eran prendas impermeables.
En esos crueles días de invierno con el azote de las olas y del viento de frente llegaban a las islas empapados hasta el “tútano”, atracaban en lugares apropiados y previstos de antemano, tiraban anclas y luego el amarre.
Alfredo Calimaris rememora “eran inviernos crudos los de antes,(…) salíamos de madrugada y empapados hasta la punta de los pelos aguantábamos todo el día pero el trabajo no nos daba tiempo para sentir frío…”
Si la jornada de trabajo implicaba todo el día, otra embarcación llevaba alimentos para el almuerzo que consistía de corned beef enlatado y pan. De alimentos calientes ni hablar, “nada para calentar las tripas, no había que perder el tiempo, la cuestión era cazar y cazar…”
Descendían y liderados por el capataz y ubicados estratégicamente los zafreros embretando a los lobos, munidos de un garrote de madera dura de una especie del monte nativo conocido por la “multa negra” o simplemente “multa”, sacrificando con un certero golpe en la cabeza preferentemente en el hocico a los lobos de “dos pelos”.
Concluida la captura se procedía a cuerear la piel con la grasa mediante un cuchillo curvo conocido como “nife” o “naife” y para ello era necesario realizar la tarea eficazmente, el tiempo era oro, el siguiente paso era cargar los cueros en la ballenera y volver a la planta lobera para los siguientes procesos industriales.
Con un cuchillo curvo de dos mangos sin filo se arrancaba la grasa cuyo destino era una caldera – un digestor – para obtener el aceite, este producto se envasaba en barriles de doscientos litros generalmente. Mientras que la piel se la cubría de sal para curtir la parte descarnada. Atrás quedaban los restos de los animales faenados en el fondo del mar para alimento de otras especies.
Para cobrar la comisión por cada piel obtenida se dividía en partes iguales entre todos los operarios y “todos felices y contentos”
Del naufragio del “Tacuarí” el Instituto lobero se vio beneficiado de dos botes de buen porte construidos en aluminio de la referida nave siniestrada. A uno de éstos se le incorporó motores potentes para remolcar las balleneras, aliviando la ruda tarea de los zafreros.
Por la década del treinta a cuarenta del siglo XX el transporte de las pieles para Maldonado o Montevideo se realizaba en un camión de seis ejes, de motor y tracción potente llamado por los trabajadores “el guerrero”, bautismo que le realizaron los zafreros dado que fue un vehículo que operó en una de las funestas guerras mundiales. Luego se incorporó otro transporte, un “Unimog”.
Ambos transportaron los productos de la faena a un punto de la Ruta Nacional No. 10 donde se ubicaba el establecimiento del recordado vecino Benicio Pereyra y ahí se trasegaba a otro camión.
Leocadio era zafrero, finalizada la matanza en las islas tomaba sus “mulambos” y se iba a trabajar como peón de campo o nutriero hasta la próxima temporada. Previo a la lobería fue pescador de tiburones – predominantemente – para elaborar el bacalao.
En esta vida de pescador se alojó en un hotel abandonado construido en ladrillo y techado en tejas que perteneció al capataz Jacinto Pereyra, de la última empresa lobera privada.
Finalmente todas esas vivencias quedaron atrás, en el pasado. Hoy orgullosos recuerdan la camaradería, la fraternidad sólida donde el problema de uno era un tema de todos, una gran familia conformada por numerosas familias loberas.
Alfredo con nostalgia evoca “Nací y me crié en el Polonio, ahora ya no voy casi, es distinto, cambió totalmente…”. Su mirada se pierde en el lejano horizonte mientras en su fuero interior amordaza un montón de vivencias…
Por otro lado Leocadio con un sentimiento melancólico, con voz suave y pausada expresa “Antes era mucho más lindo, cada médanos impresionantes, la arena volando…, había uno al lado del Buena Vista muy alto sobre la costa que en su cumbre veía al mar a mis pies, tenía una cresta zigzagueante, muy fina que se extendía cuan largo era la duna y la arena volando…, la arena voladora de continuo”. Imaginariamente se sentía amo y señorde la inmensidad y belleza del lugar.
15. Reflexión
De estas épocas relatadas es imposible retornarlas al presente nuevamente. Son tiempos únicos, irrepetibles e intransferibles. Podrán ser semejantes dentro de otros contextos del devenir del tiempo pero este ayer es inigualable. Épocas duras muy lejanas del glamour actual del Polonio de los miles de visitantes extranjeros.
Lo vivido en el lugar dio nacimiento a una idiosincrasia propia de los lugareños y sus familias, generando mística en complicidad con el mar y sus elementos, con los vientos y la arena voladora modelando un perfil humano, con la salinidad, las dunas, los lobos marinos y sus aullidos, con el vuelo silencioso a su vez magistral y acrobático de las gaviotas solamente interrumpido en ocasiones con sus propios graznidos, y hasta de bienes que las olas depositaban en la costa a mano del primer transeúnte que hundiera sus pies en las suaves arenas. Algo que aún pervive y no ha desaparecido y forma parte de su mágico encanto.
El Cabo Polonio es un atrapasueños, camino al idilio o al delirio, a la reflexión, a encontrarse consigo mismo, un mundo nuevo, distinto, esto es posible gracias a los dones de la Naturaleza y a su gente.
AGRADECIMIENTOS:
Ondina Sena Molina – Eduardo Molina – Dr. Pablo Pertusso – Alfredo Calimaris y Leocadio González Calimares
BIBLIOGRAFÍA:
Registro de partes diarios del Resguardo de Aduanas de Cabo Polonio del año 1899 al 1927 (Siglos XIX y XX)
“Banco Inglés – Memorias de Naufragios” Alejandro N. Bertocchi Morán
María A. Díaz de Guerra -“Diccionario Biográfico de la ciudad de Maldonado (1755 – 1900)”
Antonio D. Lussich. – “Naufragios Célebres en el Cabo Polonio, el Banco Inglés y el Océano Atlántico”
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