César Di Candia
SUMARIO: 1. El nacimiento personal y el histórico – 2. El desafío del S. XX – 3. El impulso de Solari
1. El nacimiento personal y el histórico
El ferrocarril hizo un último esfuerzo, arrastró su ancianidad unos metros más, lanzó tres pitazos, que sonaron como resuellos, emergió de entre los pinos, se lanzó hacia la luz y se detuvo. Allí había un inmenso azul y un mar interminable. En ese momento, para mí, nació La Paloma. Ese hecho vital se produjo en diciembre de 1937, fecha en que habíamos ido con mi madre a conocer el rancho sobre la arena que mi padre y mis tíos habían comprado casa por medio con el faro, luego de pedir prestados a un banco de Rocha 600 dólares que era el precio total. A medida que avanzaba por la playa el carro que nos conducía al rancho, La Paloma se estaba descubriendo para mí en la forma de una playa larga y solitaria, donde se veían los restos carcomidos por vientos y sales de dos muelles, uno frente a la estación de ferrocarril y el otro en la mitad de su trayecto, más o menos frente al único almacén del lugar cuyo dueño – lo supe después – era un señor llamado Benedicto Ramírez.
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